Capítulo 17 - Dos supuestos vírgenes en apuros

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Vayan por unos Cheetos que esto va a estar bueno

El sexo sólo es sucio si se hace bien.
Woody Allen

¿Dónde quedó toda aquella pasión que vivimos en su despacho? ¿Dónde? Después de dos semanas con sus nueve respectivas citas, he llegado a la conclusión de que nuestra relación necesita dar un paso más. Y, gracias a no sé qué, porque a Dios ya no lo menciono, él también cree que debemos superar nuestra frustrada vida sexual. Eso sí, con amor, con mucho amor.

Me siento una ninfómana. Es duro admitirlo, pero sí. Soy mujer, se supone que lo tenemos que tener fácil, que nos buscan, que no buscamos, pero eso sólo pasa en las relaciones de los demás. En la mía, soy yo la que busco y después me arrepiento. ¿Por qué? Porque no soy tan casta y pura como digo ser.

Supuestamente, estoy inmersa en una terapia de NO a las series televisivas, pero en ocasiones quiero pedirle a Katsura que vea alguna. Quizá comprenda que la tensión sexual existe y que hay remedios para combatirla.

Katsura está sentado en el sofá y parece no inmutarse con mi nuevo y preciado atuendo. Es un conjunto que insinúa, no enseña, muy bonito. Mis pecho están a salvo de suicidarse. Estoy tumbada a su lado y he hecho que mi aliento salga y acaricie su cuello. Pero empiezo a pensar que estaba equivocada y que la segunda meta parece estar cada vez más lejos.

—¿Qué te pasa? —dice pegándome más a su pecho.

—¿Por qué lo dices? —pregunto, y por mi tono está más que claro que sí que me pasa algo.

—Has suspirando ocho veces.

—He decidido cambiarme el apellido. Ahora me llamaré Jones, Ochako Jones. En honor a Bridget Jones. Soy su sucesora. Harán una película sobre mi vida, ya sabes. Seré la próxima madurita frustrada.

—Creo que estás exagerando —me contesta con un tono que no acabo de interpretar.

Quizá deba cambiar de tema, puede que se sienta atacado. Y, vamos, no soy la única jovencita virgen (supuestamente) del mundo. Britney Spears estuvo con el gran Justin Timberlake sin hacer absolutamente nada.

—Es verdad, lo peor será cuando engorde veinte kilos y esté empeñada en seguir usando estos minipantalones —bingo. Katsura sonríe—. Prométeme que no me dejarás hacer eso.

Él se incorpora y toma mi mano con ímpetu. Nos levantamos y nos dirigimos hacia su habitación. ¡Vamos a la cama! Esto..., wow. ¿Ha llegado el momento? Admiro el cuerpo de mi novio, es más que perfecto.

Katsura se tumba en la cama y me mira invitándome a echarme a su lado. No veo ningún fuego en su mirada.

—Creo que nos sobra ropa —digo con voz entrecortada.

¿Tengo que tomar yo la voz de mando? Vamos, yo y mi intento de polvo en la parte trasera del coche vamos a hacer las cosas bien. ¿Qué necesitamos? Dos cuerpos, preservativos y una erección. ¿Qué tenemos?

Adoración. Katsura me mira con adoración.

¡Maldita sea! Creo que así no funcionará.

Él se quita la camiseta de forma lenta y mi mandíbula tiende a desencajarse. Ya he visto ese cuerpo, ya lo he tocado, pero no quita que cada vez que lo vea sienta que mi cuerpo quiera estallar en llamas.

Después del momento babas, Katsura de sienta en la cama y me mira. Me siento a su lado y me preparo para soltar una indirecta. ¿Qué mejor forma que tosiendo un poco?

—Aquella «gran» tarde en tu oficina, parecías algo más suelto —digo camuflando la verdad entre la tos.

—Ese día estaba enfadado —contesta frunciendo el ceño.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora