Capítulo 6 - Tarde de chicas

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Toparte con un hombre mentiroso y descubrirlo te hará ganar un pedazo de Cielo...

-Chocheas -dice el señor Sorahiko mientras chasquea la lengua.

Su mujer lo mira sin pestañear. Puedo deducir lo que viene a continuación, ese matrimonio se va a poner a discutir. Sí, como cada jueves.

El señor Sorahiko y su mujer son una pareja de ancianos que llevan más de cincuenta años juntos y siempre están discutiendo. Resultan cómicos, siempre llaman la atención.

-Jovencita, llevo aquí, en Tokyo, desde que nací, y nunca he conocido mujer más cabezota que esta -dice él señalando a su mujer.

-¡Cállate! -le grita la mujer-. Ochakito, ¿cómo está tu madre?

No me sorprende, siempre me pregunta por ella cuando quiere ignorar a su marido. Yo, como un robot, le contesto, aunque sé que ella no me está prestando atención.

-Bien, siempre liada con su trabajo. Ya sabes, su peluquería no cierra apenas. Creo que para la Semana Dorada iré a verla, ya toca.

Me encojo de hombros y bebo un sorbo largo de mi vaso de Coca-Cola. La señora me ignora, como ya sabía.

Estoy en lo que teóricamente es mi descanso, pero con sólo diez minutos ¿a dónde voy a ir? Me quedo en la cafetería y miro a los clientes. Apoyo los brazos en la barra y me aguanto la cabeza con ellos. Estoy cansada, no he dormido bien.

Siento como unas grandes manos me toman de la cintura. Tomo aire y lo expulso por la boca. Espero que no sea el marido de Mid, ese hombre y sus manos largas resultan inquietantes. Me aprietan tenaces. Si ese hombre piensa que soy una fresca, lo lleva claro. Intento encontrar las palabras adecuadas para decirle que es un completo cerdo, cuando noto el aliento en mi cuello.

Me tenso. No huele a puro ni a vino tinto. Y ese aliento viene de una altura más considerable que la del señor Kayama. ¿Quién me está tocando?

-Adivina quién soy.

Aquel tono de voz capaz de arrasar con todas las defensas de mi cuerpo. ¿Quién de los dos es? Me giro con la intención de mirarlo, pero aquel par son como dos gotas de agua.

Intento acordarme de respirar mientras retrocedo. La fría barra se topa con mi espalda. No tengo escapatoria. Sus labios, se está humedeciendo los labios. Inclina la cabeza, va a besarme.

Cierro los ojos esperando que su beso llegue a la comisura de mi labio. Aquella inquietante espera hace que mis piernas tiemblen como flanes.

Sus labios chocan contra los míos. Son húmedos, besables y saben bien. Siento la excitación en mi sexo. ¿Quién es? ¿La versión cretina o adorable? ¿Quién quiero que sea? Abro los ojos esperando encontrar una pista en la cara del hombre con cuerpo de dios y me encuentro con la almohada.

¡No! ¿Por qué mis mejores besos siempre terminan siendo con la dichosa almohada? La tomo con rabia y la golpeo. Siento frustración. Una dolorosa y molesta frustración. ¡Qué bien me sentía besando aquellos labios!

Me levanto con un salto y voy directa a la ducha. Necesito agua fría. No hay mejor remedio para los calentones nocturnos.

***

-Tierra llamando a Ochako. Un, dos, tres. Probando.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora