Capítulo 45 - Recaudación de pruebas

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Afirmaciones extraordinarias
requieren pruebas extraordinarias.
David Hume

Salgo de la ducha y me tapo con una toalla. Bueno, sí, lo admito: no me he duchado con agua fría, estaba caliente y me he tocado. Una no es de piedra y aprende de sus errores. Katsuki es un calentador nato. Si quiero permanecer en mi sitio (pensamiento que mis hormonas no comparten), debo satisfacer las necesidades que me provoca.

¿Cómo puede hacerlo? Han pasado cinco años, con todos sus días y, aun así, tengo que apretar mis muslos cada vez que se acerca a mí. No es lo mismo que antes, no lo es. Ahora no está prohibido, ahora no tengo novio, ahora simplemente estamos él y yo y la pesada situación con la que llevo cargando desde hace cinco años. Me pregunto qué hubiese pasado si aquel maldito día le hubiese contestado el teléfono. ¿Ahora estaríamos juntos? ¿Se habría cansado de mí?

Por supuesto, sólo le pongo porque no me tiene. O quizá no, me odio. A mí y a mi maldita poca autoestima. Siempre con dudas, pero, realmente, ¿qué voy a hacer? ¿Creer en él? ¿Creer en el nosotros? No puedo, tengo miedo. Si crees en algo, si crees en alguien, si creo en nosotros, sé que después dolerá mucho más el golpe.

Siempre pasa lo mismo: te confías y te hundes, pero con miedo tampoco se puede vivir. Porque el miedo te hace ser débil; el miedo hace que cometas errores y yo Ochako, 'Chako, Cara Redonda o Cara de ángel, soy Miss Errores.

Necesito solucionar el tema de la genética, o como quiera que se diga, y después decidir si me lanzo a la piscina o qué hago.

Tomo mi teléfono (orgullosa de no estar temblando) y busco a Katsura en la agenda. Después de esperar unos segundos, descuelga.

—Diga —contesta una voz nasal y poco masculina.

Me quedo helada. ¿Es su novia? ¿La del supermercado? ¿Qué decir? Su voz me suena muy conocida.

—¿Está Katsura?

—Soy la secretaria del señor Bakugo, ahora mismo no puede atender la llamada. Si me dice quién es, le comunicaré que ha llamado.

¡Es ella! Miss Pestañitas. ¡Oh! ¡Lo sabía! Cuando ha pronunciado la O de Bakugo ha debido de abrir la boca muchísimo.

Lástima que desde aquí no pueda chantajearla por más caramelos. Odio tener que decirle quién soy, odio que ella siga trabajando allí, pero, en fin, la vida es un cúmulo de odios.

—Ochako —digo con un deje de asco que no puedo evitar—, Ochako Uraraka.

El silencio de su respuesta me da a entender que sabe quién soy. Que ella también quiere estar frente a mí para inundarme con su perfume barato. ¿Lo habrá cambiado?

—Se lo diré, señorita Uraraka.

Ha empleado el término señorita para recalcarme de que estoy soltera. Como si ella fuera una mujer casada. Bueno, han pasado cinco años, quizá ella ha conseguido llevar a buen puerto su relación con el rímel.

—¿Alguna cosa más, señorita Uraraka?

—No, gracias —respondo entre dientes.

—Se lo diré a Katsura —hace una pausa (¿lo ha llamado Katsura?, ¿dónde queda lo de señor Bakugo?)—, cuando llegue esta noche a casa. Está un poco agobiado con todo esto de los niños y se ha querido tomar el día libre.

Casa. Agobiado. Niños.

¿Están juntos?

Intento rebobinar hasta el otro día. ¿La chica que estaba en el supermercado era ella? No podía ser. ¿Qué se habrá hecho? ¿Había pasado por chapa y pintura? Y yo, tonta de mí, había estado celosa de su nueva novia. Siento algo, ¡claro que lo siento!, pero no sé descifrar qué es. ¿Celos? ¿Rabia? ¿Impotencia? ¿Dolor? Quizá de todo un poco. Él sabía que la odiaba, lo sabía. Bueno, me está bien empleado, porque yo me acosté con su hermano, pero rebajarse a..., en fin, todo tiene cabida en esta vida.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora