Capítulo 38 - ¿Me regalas una sonrisa?

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El niño reconoce a la madre por la sonrisa.
Leon Tolstói

Tokio es grande. Es la capital, tiene que ser grande. Es enorme, es tan grande que es imposible que me encuentre con nadie que conozca. ¿Cierto?

¡Bah! No me lo creo ni yo.

No me los encontraré, pero, para evitar probabilidades, que las hay, me he mudado a una zona apartada. A las afueras. Una casa, una bonita y acogedora casa con un jardín delantero. En Tokio, la ciudad de la tentación.

—¿De verdad que no le importa? —insisto, me siento mal con el precio de este alquiler. En verdad, no lo puedo denominar precio de alquiler justo, es algo simbólico que el padre de Tsuyu me cobra.

—No la usan, está vacía, les haces un favor. Hazme caso y disfruta.

Asiento, sin todavía asimilar que estoy en Tokio, en la ciudad en la que mi vida cambió, donde disfruté y donde después todo explotó por los aires, hasta que de las cenizas de mi desgracia nacieran estas dos preciosidades.

Nos instalamos en la casa de poco a poco. Está amueblada, cosa que agradezco. Tengo decenas de cajas por desempacar, pero los niños quieren jugar en el jardín.

—Me rindo, me rindo —dice Katsuo con su tono de voz tímido, pero su hermana sigue apuntándole con la pistola de agua.

Siempre empiezan con las risitas y después terminan peleándose.

—Hija, ¿no ves que se está rindiendo? No lo mojes más.

Me acerco a ellos para poner mis brazos en jarras, para intentar imponer algo de autoridad.

—¡Ahora! —ordena Katsuko, y me apunta con su pistola de agua.

La carcajada tan característica de Katsuo no se hace esperar; su pistola aparece de su bolsillo y también me apunta con ella.

¡Una emboscada! Aquel par de renacuajos me había engañado. Corro todo lo que mis pies torpes dan de sí. Tengo que entrar a casa. Intento morderme la lengua y no soltar ninguna grosería cuando sale una disparada de mi boca.

—¡Joder!

He tropezado con un flotador. ¿Qué hace ese flotador en el suelo? Oigo sus risas acechándome. Ruedo para la derecha y encuentro otro flotador. ¿Los han colocado estratégicamente? Este par son peores que el de niño de Home Alone.

—El cabello no, el cabello no —digo, demasiado tarde cuando los tengo ya encima de mí con las pistolas apuntando directamente a mi cabeza.

Escupo un poco de agua que me ha entrado en la boca.

—Katsuo, no me esperaba esto de ti —le comento intentando levantarme.

Me siento mayor.

—Pues lo del flotador ha sido idea suya —me informa Katsuko, para más inri—. Tenías razón, se ha tropezado. Buen plan.

Los dos chocan su mano con energía. Los miro y les enseño la lengua. Me siento ridícula con ese gesto, pero todavía no están en edad para el siguiente paso.

—Lo siento, mamá, estábamos jugando a la guerra —se defiende Katsuo.

—Y en la guerra, mamá, no hay amigos.

La sonrisa de Katsuko se tuerce de la misma forma que la que registré como cretina. No, ellos no podían hacer eso. ¿Sonreír de esa forma está en los genes? Ese gen debería estar prohibido.

Genética Bakugo.

No podía ir a ver a Katsura, claro que no podía. ¿Qué diablos le iba a decir? «Hola, soy Ochako. Sí, 'Chako, aquella chica con la que solías salir. Sí, aquella desgraciada. Ajá... Pues, mira..., que resulta que tengo dos hijos y que puede que sean los dos tuyos, que lo sea sólo uno o que no lo sea ninguno. Hay varias opciones, qué bien, ¿no?».

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora