Adán y Eva pecaron por tentación.
Tú y yo no somos distintos.
Los infieles, de AventuraSin apenas darme tiempo a reaccionar, Katsuki cierra el pestillo del baño. Yo, con un efecto bastante retardado, digo que no.
Sus manos me toman con fuerza de la cintura e intento concentrarme en cómo respirar. Intento pedir ayuda de nuevo a Dios, pero, después de mis palabras, seguro que ha cortado la conexión.
Su aliento acaricia mi cuello y mis pezones se endurecen. Mi cuerpo se ha vendido al diablo mientras mi mente intenta no caer de nuevo.
—¿Todavía intentas evitarlo? —me pregunta con voz rota.
Katsuki está excitado, lo sé porque noto su gran paquete en mi trasero. Ese gran paquete que hizo que rompiese el techo con mis sonoros gemidos.
—Me quiero ir —contesto con un hilo de voz.
¡Vamos! Me animo a mí misma, necesito algo más de fuerza de voluntad para salir de aquí. Recuerda: patada en la entrepierna, puñetazo en la cara y salir corriendo.
—No veo que te muevas. Y nada impide que te vayas —me dice mientas sus manos se separan de mi cintura y su lengua acaricia el lóbulo de mi oreja—. Abre los ojos, Ochako.
¿Por qué he cerrado los ojos? Aunque los cierre, lo malo está pasando igual. Los abro y veo nuestra imagen reflejada en el espejo. Tengo que salir de aquí. Es fácil, tomo el pestillo, lo giro, abro la puerta y me voy.
—Mírate —me dice—, tus ojos brillan de deseo, tus labios están entreabiertos —se pega todavía más a mí—. ¿Escuchas eso? Es tu respiración, se está acelerando. Es algo normal, suele pasar cuando las personas se excitan —coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. ¿Puedes notar cómo tu cuerpo se estremece cuando te toco?
Quiero decirle que es de asco, pero estaría mintiendo. Mi cuerpo va a la suya. Está excitado, siento cómo mi sexo lo implora, pero mi mente es más fuerte, o al menos eso es lo que espero.
—Por favor —le ruego, sabiendo que necesito que él ponga de su parte. Necesito que deje de jugar conmigo, que deje de tocarme y de mirarme como lo hace. No necesito que esté tentándome en todo momento.
Su aliento recorre paulatinamente mi cuello. Siento que mis pezones están duros, que mi cuerpo entero arde. Aprieto la mandíbula, quiero llorar de la impotencia, pero no lo haré delante de él. No otra vez.
Tengo que ser fuerte. No puedo caer en sus redes.
Me concentro en los números en alemán, quiero que mi cuerpo se desconecte de su hechizo.
—Abre los ojos —vuelve a pedirme.
Y mi error es hacerle caso. Nuestro reflejo es de puro sexo. Los ojos brillando de deseo. Él ha desabrochado mi camisa y me toma los pechos. Gimo, y me odio por eso.
Mi cuerpo pide esas manos ágiles y expertas. Mi cuerpo sabe que ese hombre puede darle placer, puede hacerlo llegar al punto máximo.
—Pensé que no repetías —le digo con un hilo de voz.
Es mi única escapatoria: que su orgullo entre en juego y que sea él quien pare. No puedo caer de nuevo. Mi comentario hace que sonría, quiero que mis palabras le hieran.
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Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...