Poder disfrutar de los recuerdos de la vida
es vivir dos veces.
Marco Valerio MarcialCuatro años, cinco meses y dos días después...
Tomo el álbum con ambas manos. Acaricio con un dedo la acolchada tapa de color naranja. El osito que adorna la cubierta parece mirarme. La nostalgia se asienta en mi estómago creándome una sensación extraña. ¿Felicidad? ¿Tristeza? No lo sé, soplo la tapa e intento quitar el polvo con la manga de mi camiseta.
Lo abro y dejo que mis ojos se llenen de momentos únicos e inolvidables.
Me siento en el primer escalón. Sé que debería estar empacando todo, pero es inevitable no recordar al mirar aquellas páginas.
Observo las fotos y los títulos que las acompañan. Cuando veo la caja de la bañera, no puedo evitar soltar una carcajada. Su primer baño... Terminé empapada...
***
—Tsuyu, ¿dónde has comprado eso?
Observo el contenido de la caja con pavor. Mirase por donde mirase aquella supuesta bañera no sabía qué hacer. Parecía tener un cartel luminoso que indicase un claro y rotundo: «Mírame, pero no me toques». Su forma. ¿Qué forma es esa?
—La compre en eBay. Es de un diseñador famoso —me contesta ella mientras se ata el cabello en una coleta larga.
Miro la bañera y suspiro. Sé que la voy a romper, no me va a durar ni dos días, pero al menos espero que se rompa cuando ella no esté presente. Parece muy cara.
La forma que todavía no deduzco empieza a tener su lógica, pero hay algo que no me cuadra. ¿Desde cuándo las bañeras para bebés tienen botones? No quiero parecer una inculta, pero no tengo ninguna maestría en bañeras y mucho menos en bañeras de diseño.
—¿Para qué sirve este botón? —digo finalmente señalándolo.
—Es el hidromasaje.
Mi boca se desencaja. No, no y no. Puede que una bañera de hidromasaje sea la última moda en bañeras de diseño para bebés, pero eso fabrica burbujas, burbujas que pueden ser asesinas. Mis hijos deben calmarse en la bañera, no intentar sobrevivir a un torrente de agua a presión.
—Tú.
Me limito a cerrar mi bocaza. Estaba a punto de soltar una serie de palabas nada bonitas hacia mi amiga. Algo que no debo hacer. Ella está aquí ayudándome, no debo parecer desagradecida.
—¡Es broma, Ochako! ¡Por Dios! No es un botón, es un tapón —me dice mientras lo destapa—. ¿Ves? Por aquí se vacía el agua.
Siento que su velocidad al hablar disminuye, ¿eso significa que me está hablando como si fuera tonta? Pero cualquier ser humano puede confundir un tapón y un botón. ¡Faltaría más!
Oigo un eructo y me giro. Katsuko todavía tiene la boca abierta con forma de “O”. Esa niña fabrica más gases que yo. Bien. ¿Por dónde empiezo? Sí, tengo que quitarle la ropa. Me acerco a ella y caliento mis manos haciendo fricción, no quiero asustar a mi pobre niña.
—Voy por la cámara —dice Tsuyu mientras la pierdo de vista.
Esas cositas tan pequeñas y bonitas las había hecho yo en uno de mis dos polvos..., y qué polvos. La vida, como siempre, tan sumamente irónica. Tengo que actuar, a pesar del miedo. Son tan pequeñitos, tan frágiles, que temo hacerles daño con mi torpeza.
La tomo y me regaño a mí misma por temblar.
Bien, la tengo en brazos, no se me cae. La voy a introducir despacito en la bañera. La forma extraña comienza a tener algo de lógica, no mucha, pero algo sí. Según las instrucciones, esta forma hace que las madres peligro (como yo) podamos colocar a los bebés en la bañera y que estos no se ahoguen tan fácilmente. Tiene una pieza para que no se deslicen. ¡Qué maravilloso invento!
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Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...