Capítulo 27 - Interrógame

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Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente,
a escuchar con atención, a responder serenamente
y a callar cuando no tengas nada que decir.
Johann Kaspar Lavater

El juego ha terminado.

Cuatro palabras con más de un significado.

Miro a Katsuki atentamente, tengo que realizar un análisis rápido. ¿Por qué Katsura me prohibió ver Mentes Criminales? Ahora mismo ya sabría si estoy delante de un caso de un acosador muy listo o de un chulo prepotente con su frase: «El juego ha terminado».

—¿Intentas confundirme? —pregunto de forma directa, intentando evaluar su respuesta. Me fijo en sus hombros. No están rígidos, más bien está en una postura que dice claramente: «Me la suda todo».

—No.

Aquí nos encontramos con una respuesta corta y rotunda. Una negación. Hay que decir que Katsuki es bueno. Con los monosílabos no puedo analizar si su voz tiembla. Sonrío de lado al recordar a una vieja gloria del cine. Y, al más puro estilo Sharon Stone, lo tomo del cuello de su camisa y lo llevo a los sofás. Me siento frente a él e intento cruzar las piernas con unos movimientos que intentan ser sensuales.

Obviamente, yo sí llevo ropa interior, en este caso una braga estilo faja que contiene este intento de barriga que tengo. Mis movimientos se ven limitados por este vestido tan ajustado. A pesar de todos estos impedimentos, logro parecer una mujer profesional. Sonrío, me siento importante. Sólo me falta un foco alumbrándome y el público aplaudiendo.

Mi cuñado, el triple C, alza una ceja. ¿No sabe hacer algo mejor? No sé, ¿pasarse un dedo por el labio? Algo va mal. Intento meditar qué haría la grandísima Sharon en un momento como este, y entonces caigo en la cuenta de que era ella a la que estaban interrogando.

Miro a otro lado intentando disimular. Este intento estúpido de interrogatorio me va a salir caro. Seguramente, Katsuki creerá que estoy intentando seducirlo y vendrá otra vez a acosarme. Además, para más inri, estamos cerca del baño.

¡Este hombre está obsesionado con ellos!

Pasan los minutos y no sucede nada. A mí ya me duele el cuello de mirar hacia la derecha. Miro de reojo hacia Blasty. Él no me está mirando. Bien, creo que pasa de mí.

Y no sé por qué, eso me saca de quicio.

—¿Quieres un colgante, una flor, unas gafas? —pregunta un vendedor ambulante.

¿A qué tipo de discoteca me han traído? Miro todos los objetos que lleva y ninguno se asemeja a una máquina de la verdad. Con lo fácil que sería colocar a Katsuki allí y preguntarle qué demonios quiere de mí.

—¿Tienes una linterna? —pregunto sin mirar a Katsuki.

El vendedor asiente y me ofrece una linterna de color rosa con ositos pintados en diferentes colores. Me encojo de hombros, seguramente me servirá. Lo bueno de estar frente a Katsuki es que puedo sacar mi lado más freak.

Sin pensármelo dos veces, enciendo la linterna y le enfoco a los ojos.

—¿Qué haces? —me pregunta, sorprendido mientras coloca una mano en su cara.

—Basta de jueguecitos —digo. Sí, sí, me siento estúpida por la frase—. Dime qué quieres. Y —hago una pausa alzando un dedo— no me mientas.

—¿Intentas amenazarme con...? —dice, y antes de terminar la frase me arrebata la linterna de la mano, la examina y me mira con una mueca que no sé cómo describir—. ¿Un rayo de ositos cariñositos?

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora