Debía ser casi medio día.
Había visto un par de señales pintadas que marcaban el camino a la Comunidad.
Me preguntaba cómo de lejos estaría realmente. Nunca se me había dado bien calcular estas cosas.
Tras tantas horas andando, empecé a pensar que tal vez esos cuatro hubieran pasado la noche cerca de mi. No era posible que hubieran llegado tan temprano a la gasolinera.
Tenía el estómago en un puño.
No era seguro viajar sola, pero ese lugar no me había presentado una buena primera impresión.
Había pasado ya por la granja y por la cabaña, solo me quedaba cruzar un riachuelo y prácticamente habría llegado.
Iba inmersa en mis pensamientos, con la cabeza llena de dudas, cuando escuche un ruido a mi izquierda.
Me detuve.
Despacio, saque el cuchillo de su funda y empuñe el mango con fuerza.
Solía tener un rifle, pero lo perdí en una huida.
Ahora estaba prácticamente indefensa.
Me gire despacio, si era una de esas bestias, cosa que no tenía mucho sentido a plena luz del día, cuanto menos me moviera, mejor.
Escuche otro, esta vez a mi derecha.
Mínimo 2.
Estaba casi segura que era el grupo de la Comunidad.
Me habían tendido una trampa.
Sin mirar a ver si eran ellos eché a correr todo lo que me daban las piernas.
Recordaba una vez la voz de mi madre cuando era niña, "no corras con objetos que pinchen en la mano".
Mi yo interior soltó una carcajada.
Las piernas me ardían, pero los sentía corriendo detrás.
-Detente!
Me gire a mirar quien era.
Error.
Cuando volví a mirar hacia delante, choque contra algo duro y caí hacia detrás.
Un dolor fino y punzante me atravesó la mano.
Tendría que haberle hecho caso a mi madre.
Levante la vista.
Una de las tres chicas. Había chocado contra ella, quien también estaba tirada en el suelo.
Alargue la mano, que goteaba sangre, hasta mi cuchillo. Pero no llegué, recibí un golpe fuerte en la cebeza y todo se volvió negro.

Después del Fin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora