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Suena infantil, pero quería contarle a alguien sobre mi día; y, sin tener a otro en mente, decidí molestar a mi exesposa.

—¿Harry? —contesta.

—Hola, Cindy —respondo, terminando de atar mis cordones, sentado en la cama.

—¿Por qué llamaste? ¿Ocurre algo? ¿Te encuentras bien?

—Calma... Sólo quería saber cómo estás.

—¿Qué mosca te picó? ¿Desde cuándo llamas para saludar a tu ex? La soledad debe estar volviéndote loco —la escucho reír.

—Un poco, sí... Mucho. Lo siento. Debes estar ocupada, así que...

—No —corta—. No me molesta que llames. De hecho, me alegra que, luego de divorciarnos, finalmente te fijes en mí. —Ambos reímos—. Volviendo a tu pregunta: estoy bien. En la noche tendré una cita con el hombre del que te hablé, y busco qué ponerme.

—Me alegro por ti —respondo con sinceridad—. ¿Cómo es él? ¿Te trata bien?

—Sí. Es un caballero. Siempre pregunta antes de tocarme o besarme, y es muy detallista. Realmente demuestra interés. No tardo en ceder ante sus encantos.

—Escucharte hablar así me pone contento. Y me hace sentir el peor esposo de todos.

—No fuiste tan malo... ¿Tú cómo estás?

—Bien. Me pasó algo recientemente que...
—Ah, por eso llamaste en realidad —corta, entre risas—. Querías contárselo a alguien.

—Sí... —confieso, avergonzado.

—No has cambiado. Me da gusto saber eso. Gracias por pensar en mí. Cuéntame qué te pasó.

Sonrío.

—Conseguí empleo. Es temporal, pero me alegra que al fin haré algo productivo.

—¿En serio? ¡Felicidades, cariño! ¿De qué se trata?

—Profesor de Educación Física.

—¿Profesor? ¿Desde cuándo das clases?

—Es mi primera vez. El director de la escuela y yo nos hicimos amigos; y, dado que el profesor actual se accidentó, me pidió ser el suplente. Sabe que el deporte es lo mío, y le había contado que buscaba algo para distraerme. Fue amable de su parte.

—Harold, estoy muy feliz por ti. Espero que te vaya bien y te diviertas.

—Gracias, querida. De verdad lo aprecio.

—¿Ya hablaste con Nathan?

Mi semblante cambia, y dejo escapar un suspiro

—Lo intenté hace un par de días, pero no contestó.

—Y ¿sólo lo llamaste una vez? De seguro estaba ocupado.

—Eso pensé, pero... también pensé que quizá decidió ignorar la llamada.

—No seas ridículo; él no haría eso. Tal vez no tiene registrado tu número, y no responde a desconocidos. Harold, inténtalo. Es tu hijo.

Bajo la mirada.

—Lo sé. Y por eso me avergüenza tanto insistir. No podría soportar su rechazo, Cindy...

—Y ¿piensas que dejar las cosas así hará alguna diferencia?

—¿Qué hago si no vuelve a contestar?

—Insistir.

—Y ¿si me pide que lo deje en paz?

—Seguir siendo su padre, aunque él así no lo quiera.

Mi ojo brilla.

—Siempre lo seré. Quizá más tarde intente de nuevo... Sabes que no es fácil.

MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora