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Anoche le envié un mensaje a Alejandro, para disculparme por lo de la última vez. No he recibido respuesta desde entonces. No dejé que ello afectara mi mañana. Casi me recupero por completo, así que volví al trabajo. Aunque sin realizar esfuerzo físico.

He notado que los chicos se portan más amables y obedientes. También guardan el equipo por mí. Incluso en los pasillos me saludan estudiantes a los que no les doy clases.

Todo eso le cuento a Henry mientras almorzamos en la cafetería de siempre.

—Quién diría que un juego lo volvería tan popular —comenta.

—No lo entiendo.

—Sólo necesitaban ver que no es el hombre cuadrado que aparenta. Mostrarles ese lado cool y relajado hizo que ganara su confianza.

Sonrío.

—¿Terminaste de leer El Barón del caos? —pregunto.

—Me hacen falta cuatro capítulos —hace una mueca—. He procrastinado porque no me encantó. No soy fan de las historias que glorifican al villano.

—Oh, a mí sí me gustó.

—Es excelente, dentro de lo que cabe. No lo dudo. Pero una mujer fue violada; un perro asesinado; y un niño pateado en la cara. Y eso en los primeros tres capítulos. Maldito sea Reggie por recomendar ese horrible libro.

He presenciado en carne propia la mayoría de sucesos mencionados en el libro. Quizá por ello no me causó gran impacto.

—No era obligatorio leerla completa, si te hace sentir tan incómodo.

—No me gusta quedarme fuera de las dinámicas. Soy esa señora gorda que se entromete, participa en todo y quiere mantener las cosas bajo control. Mi segundo nombre es Karen.

Reímos; después su celular vibra. Responde luego de disculparse, y parece ser malas noticias.

—¿Todo en orden? —pregunto, luego de ver su rostro de martirio al colgar.

—Betty sigue en el hospital con su hermana. Ésta se encuentra en estado crítico; por ende, no podrá hacerse cargo de los niños por el resto de la semana. Vaya problema. ¿Dónde consigo una niñera para esta tarde? —revisa su celular.

—¿Esta tarde?

—Se supone que los llevaría a casa, donde Betty los cuidaría, y después volvería a la escuela. Tengo varios asuntos pendientes. Es por eso que siempre vuelvo tarde. A veces hasta la noche. No puedo dejarlos solos. Max es muy travieso, y Joey hace lo que quiere. No puedo dejar que mi niña lidie con esos idiotas. Ni siquiera podrá.

—¿No tienes más familiares?

—No viven aquí. Nos mudamos cuando Rebecca falleció. Quizá pueda dejarlos con la vecina, si logro convencerla. Aunque tiene demasiados gatos, y Maggie es alérgica. Cielos.

Estoy seguro de que me arrepentiré por esto, pero no puedo dejarlo a la deriva.

—Puedo cuidarlos por ti —sugiero.

Levanta la mirada y eleva las cejas.

—¿Cómo dijo?

—Puedo hacerme cargo de tus hijos mientras trabajas —digo—; en lo que consigues una niñera. Max y yo logramos conectar bien; Maggie es una niña encantadora; y Joey... no habla mucho, así que está bien también.

—¿En verdad me haría ese favor? —toma mi antebrazo, y asiento—. ¡Muchas gracias! ¡Es muy considerado! ¡Le pagaré por cuidarlos!

—No es necesario. Sólo es un favor de amigo.

MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora