6

2.3K 348 11
                                    

Henry insistió en traerme a su hogar, pese a mis objeciones. Dejó que tomara un baño, y me prestó algo de ropa en tanto la mía se lava. También me dio agua y pastillas para el mareo.

Después recibió una llamada, y tuvo que salir. Aun siendo padre soltero, y un hombre ocupado, su casa es ordenada y acogedora. De seguro es obra de Maggie, a quien le dijo que me atendiera en caso de necesitar algo.

Al mismo tiempo, me pidió cuidar a los niños hasta que volviera. Este día ha dado un lamentable giro de ciento ochenta grados. Estoy avergonzado por mi comportamiento. Pude hacer frente a la situación, pero entré en pánico.

Si vuelvo a toparme con ese mago, lo moleré a golpes.

—¿Le gustaría un poco de sopa? —me pregunta Maggie. Estoy sentado en el sofá de la sala mientras Max juega en el piso con muñecos.

—¿Sopa?

—Sí. Estoy preparando el almuerzo. ¿Le gustaría un poco?

—No, pequeña. Sólo espero mi ropa y que tu papá regrese, para volver a casa.

—¿Está seguro? Tiene trozos de pollo.

—Estoy bien. ¿Tú... cocinas siempre?

—No, Betty es quien lo hace, y ayuda con el quehacer. Es nuestra niñera o algo así. Pero sólo está de lunes a viernes.

—Oh...

—Veré si ya se secó su ropa.

—Gracias.

—Papá suele ir y venir todo el tiempo —dice Max—. No sé si vaya a tardar.

—Espero que no.

—¿Usted es un pirata?

—No.

—Entonces ¿por qué usa un parche?

—¿Sabes para qué sirven?

—Para cubrir los ojos.

—Además de eso. Lo usas cuando pierdes un ojo.

—¿Usted perdió un ojo? —exclama, boquiabierto. Me da ternura.

—Sí. Hace mucho tiempo.

—¿Cómo?

—En la guerra.

—¿Estuvo en la guerra?

—Sí.

—¿Por qué?

—No creo que es algo que deberías saber.

—¿Por qué?

—¿A tu padre no le molesta que tu hermano no esté aquí? —decido cambiar de tema.

—Sí. Discuten todo el tiempo, pero igual Joey hace lo que quiere.

—Eso está mal.

—Papá dice que es por mamá.

—¿Por mamá?

—Como ella no está, eso lo pone triste.

—¿Te pones triste también?

—Yo no la conocí.

Escucho a alguien entrar, y veo a Joey, de pie frente a ambos. Me observa, ceñudo.

—Buenas tardes —digo; y, sin responder, sube las escaleras—. Qué grosero.

—No le gusta hablar con desconocidos.

—¡Aquí está su ropa, señor Duncan! —Maggie hace acto de presencia, extendiendo las prendas, impecables y secas. Me levanto—. Puede cambiarse en el baño, si gusta.

—Muchas gracias, linda —sonrío.

—¡Maggie! —Joey la llama, y, tras disculparse, se apresura a subir.

Voy a cambiarme. Mientras lo hago, escucho la voz de Henry, así que me apresuro, para hablar con él. Está en la sala, desplomado en el sofá. Los niños no están. Parece agotado.

—¡Oh! ¡Mayor! —se levanta, apenas me ve—. Lamento haberme ido así nada más. Gracias por cuidar de los chicos. Y lamento también lo de esta mañana... Fue...

—No, yo lo lamento. Debí haber hecho algo.

—¿Qué dice? No se eche la culpa de esto. Ese mago... ni siquiera lo contraté yo. Resultó que uno de los chicos había llamado a su tío, para hacer un acto o algo así. Nadie me consultó, y todo terminó en desastre. Se perdió mucho dinero... —cubre su rostro con ambas manos, y lo único que se me ocurre es palmear su espalda.

—Lamento que tengas que cargar con toda la responsabilidad. No es tu culpa que las cosas hayan resultado así.

—Ya hallaré una solución... ¿Tiene hambre? Almuerce con nosotros, para compensar lo sucedido.

—No te apures, estoy bien. Gracias.

—¿Está seguro? Mi hija hará... no sé... algo.

—Sopa de pollo.

—¡Sí!

—Estoy bien. En serio. Ah, tu hijo ya llegó. Está arriba.

—¿Sí? Bueno, más tarde hablaré con él...

—Ya debo irme. Por cierto, tienes una linda casa e hijos maravillosos.

—Oh, muchísimas gracias —sonríe—. ¿Seguro que quiere irse? ¿Ya se siente bien?

—Sí, sólo me llevé un gran susto. Deberías descansar un poco.

—Ojalá pudiera —ríe.

—¿Te veré esta noche?

—Cierto, la sesión. Sí, lo veo más tarde.

Entonces me dirijo a casa; una vez allí, mato el tiempo hasta las ocho. Y, por primera vez, desde que ingresé al club, Henry se ausenta

MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora