Luego de ver a Henry ser lanzado al pavimento, sólo pude escuchar mi ritmo cardiaco. Creí haberlo perdido para siempre, hasta que corrí hacia él, y lo primero que hice fue sentir su pulso. Casi me desmayo por el alivio. Sólo estaba inconsciente y bastante herido.
Recobré la consciencia al oír el llanto de los niños. El de los tres. Debía hacerme cargo.
Se formó una multitud alrededor. Incluso el conductor que lo golpeó bajó de su auto. Ordené a Joey llamar a una ambulancia de inmediato, y no dudó en obedecer. Llegó al poco rato, y, luego de disculparme con Maureen, los niños y yo acompañanos a Henry al hospital. Max lloró todo el trayecto, y hasta hoy se culpa de lo sucedido. Joey y Maggie tampoco ocultaron la tristeza y preocupación por su padre. El mayor demostró ser tan vulnerable como sus hermanos.
Como el resto de su familia vive lejos, Betty y yo nos hemos encargado de los niños y el cuidado de Henry, estas dos semanas que ha estado internado e inconsciente. Insistí en pasar todas las noches junto a él, y que ella permaneciera en casa con los chicos. Max y Maggie son menores, así que se les niega la entrada al hospital, a diferencia de Joey. Cuando visita a su padre, los dejo a solas, pero afuera escucho un poco de los lamentos del chico.
Robert está en casa de Henry, y los niños me hacen el favor de cuidarlo.
Luego de los primeros días, le conté a Gloria lo sucedido, y ella, junto con otros docentes de la escuela, han venido a verlo.
—Apenas me habían nombrado subdirector, y ahora tengo que reemplazarlo hasta que mejore —comentó el profesor Akintola, al verlo—. Mala idea. Soy capaz de echar a los que me miren feo.
—¿No has dormido nada? —me preguntó Gloria, sosteniendo mi mejilla.
—No he tenido cabeza para pensar en eso...
—Harry, debes descansar un poco. Él estará bien. No se irá a ningún lado.
—No me iré hasta que despierte y me pida que me vaya.
—Te traeré comida y frazadas.
Luego de que Carlos insistiera demasiado, terminé contándole también, y esa misma noche todo el club le hizo una visita. Incluso trajeron muchos regalos (libros, en su mayoría).
Hoy por hoy, luego de dieciséis días, sigue sin despertar, y el hospital se ha convertido en mi segundo hogar. Duermo, como máximo, tres horas, y no me he bañado en tres días. Incluso me está creciendo la barba. Henry permanece impecable, ya que yo mismo me he encargado de su aseo personal.
Mato el tiempo leyendo, bordando, escribiendo o simplemente observándolo.
Tan frágil e imperturbable. Con una contusión en la cabeza; varias costillas fracturadas; y un brazo roto.
A pesar de decidir ya no quererme en su vida, no pude evitar frustrar sus planes. Jamás lo dejaría a su suerte. Sigue siendo importante para mí, y estaré para él, incluso si despierta y me pide marcharme de nuevo.
Porque lo amo.
Joey ingresa a la habitación, luego de seis días sin haber venido. Trae una hoja de papel, y una manta bordada. Supongo que regalos de parte de sus hermanos. Me levanto, para dejarlos a solas.
Media hora más tarde, el muchacho sale. Por lo general, se va sin decir más, pero hoy decide sentarse a mi lado, en la sala de espera. Al soslayarlo, noto que juega con sus dedos, y evita mirarme a los ojos.
—¿Sucedió algo? —descruzo las piernas, y me enderezado.
—No. Él está... bueno, igual. Permanece.
Suspiro.
—Comprendo lo difícil que debe ser ver a tu padre en ese estado —digo—, pero recuerda que está fuera de peligro, y es sólo cuestión de tiempo para que despierte y pueda volver con ustedes. Luego de eso, las cosas volverán a ser como antes. No pienso rogarle, así que despreocúpate. En esta ocasión me necesitaban, aunque no quieras aceptarlo. Cuando Henry se recupere, me iré.
—Eso no me importa... Es decir, me refiero a que no estoy aquí por eso. Yo sólo... quería agradecerle por cuidar de él y nosotros... Y disculparme... —Agrando el ojo. No diré nada hasta escuchar todo lo que tenga que decir—. Por poco pierdo a mi padre también. Si hubiese ocurrido, no me hubiera gustado saber la clase de hijo que fui en sus últimos momentos. Le he mentido, ocultado cosas, gritado... Yo provoqué que ustedes dos dejaran de verse... Todo por salvar mi pellejo, sin pensar en cómo le afectaría eso.... Quiero ser un mejor hijo... Él es capaz de arriesgar su vida por nosotros, y yo lo último que le dije fue que lo detestaba por no dejarme ver a mis amigos.
»Le confesaré todo cuando despierte... Lo prometo... Y asumiré las consecuencias... Señor Duncan, lo siento. Perdón por haber sido un patán todo este tiempo... Creo que todo este resentimiento hacia usted era porque pasaba mucho tiempo con papá... Sentí que le prestaba más atención que a nosotros, y eso me molestó mucho, porque llegó de la nada. Y nosotros somos sus hijos. Es tonto, lo sé, y por eso lo siento. Gracias por estar para nosotros incluso ahora; y gracias por cuidar de él.
Sonrío, conmovido. Me siento incluso más ligero.
—¿Ya entraste a la universidad? —es todo lo que se me ocurre decir.
—No; lo intentaré el próximo año. De mientras, conseguí empleo en una heladería que está en el centro.
—Y ¿qué carrera vas a elegir?
—No lo sé... Pensé en probar con alguna ingeniería, pero aún no me decido... Quizá sistemas o robótica.
—Grandioso. No pensé que te apasionara ese tipo de cosas. Creí que serias más de ciencias sociales.
—Es donde peor me va.
—Y ¿cómo están tus hermanos? —me enserio.
—Tristes y preocupados. Max sigue pensando que es su culpa.
—No crees eso, ¿verdad?
—Al principio, sí, y... le reclamé por eso... Lo sé, lo sé, estuve mal... Es un niño. Sólo descargué mi frustración en él.
—¿Ya te disculpaste?
—Aún no. Cuando llegue a casa, lo haré.
—Se está haciendo tarde. ¿Quieres que te lleve?
—No. Vine en el auto de papá —se levanta—. No me deja conducirlo. Por favor, no le diga nada.
—Está bien. Ten cuidado.
—Nos vemos.
Después de verlo marchar, regreso a la habitación de Henry, y me dejo caer sobre la silla. Estoy más relajado. Si Joey le contará todo... significa que habrá oportunidad de volver a estar juntos. Eso me pone muy contento. Sé que no debería, pero no puedo evitar ilusionarme.
Pasan las horas. A eso de las tres de la mañana, el sueño me vence. Despierto a las seis, y decido estirarme un poco. Betty llega a las siete, para relevarme un par de horas (aprovechando que los chicos están en la escuela), y así yo poder ir a casa a asearme y poner mis asuntos en orden.
—Preparé espagueti con albóndigas. Puede pasar a la casa del señor Esposito y calentarlo en el microondas. También le planché unas camisas —me dice ella, acomodando el cuello de mi camisa—. Rasúrese esa barba; ni siquiera le crece pareja.
—Gracias, Betty —muestro una sonrisa cansada.
—Gracias a usted, por cuidar de él y los pequeños. Ni siquiera tiene la obligación, y, sin embargo, aquí está.
—Son como mi familia. No podía dejarlos a la deriva.
—Vaya a descansar.
—Ngggh...
Ambos volteamos de inmediato. Henry se mueve. Me acerco a él, con el corazón acelerado. Betty corre a buscar a la enfermera.
Mueve los dedos y los párpados mientras emite pequeños quejidos, hasta finalmente abrir los ojos.
—Henry... —mi ojo se llena de lágrimas. Al fin despertó.
—¿Mayor...? —formula con dificultad.

ESTÁS LEYENDO
Mayor
RomanceHarold Duncan decide jubilarse del Ejército luego de treinta años de servicio. Decide aprovechar el tiempo que le resta para reconciliarse consigo mismo, y adaptarse de nueva cuenta a la vida de civil; aun teniendo un hijo que lo rechaza y una exesp...