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La boda de mi hijo se lleva a cabo en el claro de un bosque, con vista al lago. Gracias a las señales colocadas en los árboles, casi nadie se perdió. Desde que desperté he conocido gente nueva que dice haber oído hablar mucho sobre mí. La mayoría, familiares de Samantha. También conocí a los amigos de Nathan. Son extraños, pero divertidos. Uno de ellos vino vestido de Superman. De hecho, hay muchas referencias a superhéroes. Las invitaciones —que Nathan diseñó—, el pastel, la decoración. Y más importante: el juez está vestido de Batman.

No pensé que la boda más extraña a la que he venido sería la de mi propio hijo.

El juez Batman finalmente hace la pregunta a Samantha, y su respuesta es positiva. Después se la hace a Nathan. Incluso antes de que comenzara a hablar, Cindy ya estaba hecha un manojo de lágrimas. Yo estoy tratando de hacerme el fuerte, pero este nudo en la garganta también quiere presenciarlo todo.

—Acepto —responde mi hijo, y, tras el cierre del discurso, proceden a besarse—. Todos nos levantamos a aplaudir. Dan palmea mi espalda desde el asiento trasero, y Cindy y yo nos abrazamos, repitiendo lo orgullosos que estamos de nuestro hijo.

Entonces nos acercamos a él, y lo abrazamos y felicitamos. Lo mismo hace su abuela, tíos y el resto de invitados. El fotógrafo, que es amigo suyo también, comienza a coreografiar a todo mundo, para hacer su trabajo. Nathan con su esposa e hija. Nathan con Batman y Superman. Nathan con sus amigos. Nathan y su esposa y la familia de su esposa. Nathan con su esposa y nuestra familia. Y, finalmente, nosotros tres. Una foto más que puedo añadir a mi álbum.

Luego de casi una hora, volvemos a casa de Nathan, donde será la fiesta. Instalaron una tarima, donde unos músicos se preparan para tocar; hay mesas, sillas, comida por montones, luces y decoración.

Cindy ha estado junto a mí en todo momento. Verónica con Geraldine e Ingrid, y Dan y Lucía parecen tener más química de la que se esperaba. Incluso son los primeros en salir a bailar.

—Míralos —dice Cindy, viendo con ternura a los recién casados hablarse al oído y riendo en su mesa. Sonrío, pero de inmediato desvío la mirada al volverse mi ojo cristalino—. Oh, Harry... —acaricia mi mejilla.

—Saber que pode haberme perdido esto... me hace pensar en lo afortunado que soy. A pesar de no haber sido el mejor padre y esposo. Muy afortunado, en verdad.

—Hiciste lo que pudiste en ambas cosas. Y lo hiciste de maravilla —me sonríe.

—No te lo dije antes, mi niño —me dice mi suegra—, pero te ves guapísimo con ese traje.

—Muchas gracias, señora. ¿No le gustaría bailar?

Cindy y Verónica ruedan los ojos.

—Contigo, por supuesto. Desafortunadamente mis pies no dan para eso ya —se lamenta—. Pero sabes lo mucho que me habría encantado.

—Es una pena.

—Pero no te quedes con las ganas. Ve con Cindy.

—¿Qué dices, querida? —la tomo de la mano, y, luego de meditarlo, asiente, y nos encaminamos a la pista. Tocan una canción lenta, y nos transportamos a nuestro baile de graduación.

—Nathan nos mira —dice ella.

—Todos nos miran, linda.

—Quién diría que los papás divorciados tienen más química que el resto de las parejas aquí presentes.

Ambos reímos, y continuamos meciéndonos sin decir nada. El tiempo va más lento y no podría estar más relajado.

Cuando oscurece, la pista se despeja y finalmente es el turno de que los novios tengan su baile. Los grabo y tomo fotos. Se las envío a Henry y Gloria. Después se parte el pastel, y su amigo toma muchas más fotografías. La música y los invitados se ponen cada vez más alegres. Incluso Nathan y sus amigos hacen payasadas en la pista, pasados de copas. Dan y Lucía desaparecieron. Verónica llevó a mi suegra y nieta adentro, para que descansaran. Cindy y yo seguimos juntos, pasándola bien. Hablamos con mucha gente y nos sentamos junto a los papás de Samantha. Tyrone y yo continuamos hablando de nuestros empleos, y Cindy y Juliane de quién sabe qué. Pero siempre nos miran raro.

MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora