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—¡Antes de salir, vengan! ¡Tengo algo que decir! —me dirijo al último grupo de hoy. Se acercan, agotados, pero entusiasmados—. Como ya saben, es el último día de clases; por ende, la última vez que los veré. Fui su profesor de Educación Física, pero también un suplente. El profesor Benson volverá el siguiente semestre a darles clases.

—¿Qué hay de usted? —pregunta Fabián.

—Ya no trabajaré aquí. Sólo era un empleo temporal.

—¡Quédese! —dice Érika—. ¡Convenza al director de seguir dando clases!

—Chicos, no soy docente, y no está en mis planes volver esta mi vocación. Estoy conforme con la decisión, por más difícil que resulte para ustedes. Sólo queda decir que fue un honor para mí haberlos acompañado hasta el final de este curso. Al principio, no nos entendíamos bien, pero hoy en día puedo decir que estoy orgulloso por su empeño en cada una de las clases. Tienen un gran futuro por delante. No desperdicien su potencial. También yo aprendí mucho estando con ustedes. Gracias por todo —sonrío.

Aplauden, agradecen y algunos se despiden con abrazos y dando los cinco. Extrañaré a la mayoría.

Continúan las despedidas en los pasillos. No soy el único que se va. Mañana se llevará a cabo el baile de graduación de los chicos de último año; al mismo tiempo, habrá una pequeña despedida al personal que se retira, y se le dará la bienvenida al nuevo. Será mi último acto, antes de irme definitivamente.

Escucho taconazos a mi espalda; al voltear, veo a Gloria trotando hacia mí.

—¡Cariño! ¡Cariño! ¡Qué bueno que te encuentro! ¿Ya no tienes clases? —entrelaza su brazo con el mío.

—Acaba de terminar la última.

—Acómpañame. Ya comenzó la exhibición, y no te la puedes perder.

—¿En verdad? Qué emoción.

Nos dirigimos al patio trasero, donde se encuentra una multitud de alumnos y docentes, contemplando lienzos, esculturas y artesanías. Algunos me señalan, mientras ven las obras. Nos acercamos más, y admiro una colección entera de mí, con diferentes gamas y estilos.

—Son estupendos. Me siento honrado —digo, con una amplia sonrisa, luego de que los chicos pidieran mi opinión.

—¿Listo para ver el mío? —pregunta Gloria.

—¡Sí! ¡Finalmente!

Hay un cuadro con una manta encima, y Gloria procede a develarlo. No soy el único que queda boquiabierto. Es como una fotografía. Ella es una profesional, y con esta pintura lo demostró. Las sombras, colores vivos, texturas y sutiles pinceladas.

Gloria recibe muchas ovaciones.

—¿Qué te parece? —me pregunta.

—Linda, es... magnífico —respondo, bastante conmovido.

—Es mi regalo de despedida para ti.

—¿Qué? No puedo aceptar esta obra de arte. No me imagino el esfuerzo y dedicación que te costó hacerlo.

—Pues no planeo conservarlo. Tendré que tirarlo, entonces —se encoge de hombros.

—Gracias a ti todos creerán que soy un narcisista por tener un autorretrato sobre mi chimenea. —Ella sonríe, y me da un beso en la mejilla—. Gracias.

—Te lo mereces, corazón.

—Wow, Gloria —Henry aparece de la nada, junto a nosotros, y admira el cuadro también—. Es... Necesito uno de Rebecca —dice, más para sí mismo que para ella—. ¡Te luciste! Captaste toda la belleza y estoicismo del Mayor. Incluso quiero colgarlo en mi sala.

MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora