El día después del baile, me propuse hablar con Henry, pero me dijo que estaría algo ocupado. Incluso para almorzar. No quise presionarlo, así que preferí posponerlo.
Al día siguiente, le pedí vernos, pero me dio otra excusa. Así ha sido por cuatro días seguidos. Luego del tercero, comencé a sospechar que me evitaba a propósito. Desde entonces, mi mente no me dejan tranquilo. ¿Fue por lo del beso? A final de cuentas, ¿sí pensó en ello? ¿Crucé esa línea imaginaria? ¿Es por eso que ya no quiere saber nada de mí?
He estado en las nubes todos estos días. La ansiedad incluso está afectando mi rutina. En vez de correr, salí a caminar y luego medité en una banca. Y ahora estoy en mi sofá, cambiando canales, sin hallar algo que logre distraerme.
Mañana tenemos sesión de lectura, y sería incómodo verlo o hablarle después de todo este asunto. Me he debatido toda la tarde sobre si asistir o no.
¿Debería insistir con Henry? ¿Dejar las cosas así? ¿Ir a su hogar? Dejando a un lado lo de nosotros, debo contarle sobre Joey. Es urgente que lo sepa. Pero ¿cuándo será el momento?
Como si me hubiese leído la mente, al revisar mi teléfono recibo un mensaje inusual de él. Me pide que lo vea ahora mismo, en su casa, porque necesita hablar conmigo urgentemente. Ahora sí estoy nervioso. Rezo por que no sea lo que tanto temo.
Llego a su hogar en menos de media hora. Henry es quien me recibe, y su mirada no es la misma de siempre. Incluso la desvía.
Comienzo a preocuparme en serio.—¿De qué querías hablar? —pregunto.
—Venga... discutámoslo en la sala.
—Bien. También debo decirte algo.
—Esto es más importante —su tono es voz es severo; como el que emplea con sus subordinados.
Sin decir nada, vamos adentro. Maggie y Max no están, pero Joey sí; sentado en el sofá, con un ojo morado y el labio roto. No se atreve a mirarme.
—¿Qué carajo? ¿Qué sucedió? —pregunto.
—Escuche, no tiene que fingir —Henry suspira. Parece que hace un esfuerzo por no explotar—... Joey me contó todo.
Frunzo el ceño.
—¿«Fingir»? ¿Qué fue lo que te dijo? —aprieto los puños.
—¡Todo sobre su encuentro! ¡Y cómo se atrevió a dejarlo así! —finalmente explota, y hace que piense que se trata de otra persona.
—¿Que yo qué?
—¡Deje de hacerse el desentendido! ¡Se atrevió a ponerle una mano encima a mi hijo!
Henry es más bajo que yo, más joven y menos fuerte, pero su determinación hace creer que es al revés. No titubea al hablarme de ese modo, levantándome falsos. Es la actitud de un padre molesto, cuyo instinto es defender a sus hijos a toda costa. Lo admiro, pero comienza a molestarme y no permitiré que me trate de esa manera por algo que no hice.
—¡Yo no le hice nada a tu hijo! ¡Sea lo que sea que te haya dicho, mintió descaradamente! —elevo mi tono de voz, y el único intimidado es Joey.
—Me dijo que se encontraron hace tres días. Él y sus amigos grafiteaban un edificio, y usted los sorprendió. Entonces decidió que lo más prudente era reprenderlo de esta salvaje manera.
—Es una vil mentira —repongo, con voz áspera—. ¡¿Por qué dijiste eso?! —me dirijo a Joey, colérico.
—¡Esto es entre usted y yo! ¡No le permito que le levante la voz a mi hijo! ¡No es su padre, para hacer lo que le dé la gana! ¡No-No tiene nada que ver con ellos! Creo que toda esta cercanía fue un error, en primer lugar. Al parecer, le metí ideas erróneas.
—Henry, me conoces. ¿En verdad me crees capaz de hacer algo como esto?
Guarda silencio un largo rato. En verdad lo está meditando. Tanto, que hasta me resulta ofensivo.
—Sí. —Su respuesta me lastima—. Siente aversión por los hombres. Usted mismo me lo ha dicho. Su relación con Joey nunca ha sido buena; y sé que es un chico problemático. Dijo que le hacía falta disciplina, pero esto fue salvajismo. No sé cómo son las cosas en el Ejército, pero estoy seguro de que no se trata a los cadetes de esta manera. Quizá cree que no puedo hacerme cargo de mis hijos, ¡pero no se entrometa en mi manera de criarlos! ¡Esto fue el colmo!
—Yo no lo golpeé —digo, con el tono más sincero que me es posible—. Él miente. ¡Y la razón por la que armó todo esto, es porque descubrí que él y sus amigos fueron quienes hurtaron el dinero del evento de beneficencia! ¡Seguramente lo hizo para deshacerse de mí, y que no te dijera nada!
—¡Es mentira! —al fin el mocoso se digna en hablar—. ¡Papá, no es cierto! ¡Y es verdad que él me golpeó! ¡Mis amigos están de testigo!
—¡Deja de mentir!
—¡No se le acerque! —Henry se interpone entre ambos—. Por más que me duela, Mayor, yo le creo a mi hijo. En verdad lo apreciaba y le tenía respeto, pero no puedo tolerar este tipo de acciones. Pensé que era diferente. Lo traté diferente, esperando algo mejor. —Parece una pesadilla. Quiero despertar. Las palabras de Henry son frías y dolorosas. No quiero seguir escuchándolo—. Creo que lo más prudente es dejar hasta aquí lo nuestro. No debí ser tan confiado con mi intimidad.
—Entonces ¿es todo? ¿Así de fácil, por una absurda mentira?
—Váyase, por favor.
Me retiro sin más que decir, y vuelvo a casa. Una vez allí, tomo una ducha, y en ella me quiebro sin lograr contenerme. No puedo creer que casi un año de amistad haya concluido en un pestañear, por las mentiras de un mocoso. No puedo odiar a Henry o culparlo; actuó como un padre nada más. Sin embargo, no puedo evitar sentirme molesto, triste e impotente. Acabo de perder al amor de mi vida por tercera vez.
Hubiese preferido que tocara el tema del beso a esto.
Sí, sí, todo muy bonito, pero ahora mismo doy por inaugurado el modo drama.
Sketch angrymen:
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Mayor
RomanceHarold Duncan decide jubilarse del Ejército luego de treinta años de servicio. Decide aprovechar el tiempo que le resta para reconciliarse consigo mismo, y adaptarse de nueva cuenta a la vida de civil; aun teniendo un hijo que lo rechaza y una exesp...