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Le di a Gloria la bitácora de mi relación con Henry, y le conté sobre mi hijo. No podría estar más contenta.

—¡Ya somos abuelos, Harry! —exclama, sin soltar mis manos—. ¡Y nuestro pequeño va a casarse! ¡Qué emoción! ¡¿Ya decidiste qué vas a usar?! ¡Vamos al centro mañana! ¡Hay que comprarle ropa y juguetes a Ingrid!

—Por supuesto, linda —sonrío—. Yo creo que me pondré el traje que usé en el baile.

—¿Estás loco? Es la boda de tu hijo. ¡Por supuesto que usarás algo mejor! ¿Qué tal un traje militar?

—No quisiera ser de esos...

—Entonces mañana buscaremos algo decente. ¿Vas a llevar a Henry?

—Justo hablamos de eso anoche... No. Iré solo. No es que no quiera llevarlo, sino que toda la familia estará allí, y no he visto a la mayoría en muchísimo tiempo. Y muchos no saben sobre mis preferencias. Quiero que sea una velada amena. No quiero hacer sentir incómodo a nadie, o que Henry se sienta incómodo. Mi exesposa estará allí, claro. Y es la celebración de mi hijo, después de todo.

—Entiendo. Creo que fue la decisión correcta —sonríe—. No olvides llamar y mensajearme para que esté acompañándote en todo momento. Y no olvides tomar muchísimas fotos. No sólo de la boda y la bebé. No conozco Colorado.

—Dalo por hecho.

Nos despedimos a eso de las siete y media, pues a las ocho es la siguiente sesión con el club de lectura.

—Me alegra que las cosas hayan vuelto a ser como antes —comenta Carlos, a mi oído, mientras Horace expone su opinión sobre el libro—. Pero ¿significa que ya no volverás a reunirte con nosotros? Los chicos te extrañan. Robbie más, por alguna razón.

—¿De qué hablas? Los veré el próximo sábado. Paolo prometió mostrarme sus esculturas.

—Eso quería oír —palmea mi espalda, sonriente.

Al finalizar, en vez de volver a casa pronto, Henry y yo decidimos sentarnos en una de las bancas del parque cercano para admirar la Luna llena. Son casi las once, y el lugar está vacío. Henry apoya su cabeza en mi hombro mientras tomo su mano.

—... Si la boda es el ocho, significa que volverá antes del veintiséis, ¿no? Los niños y yo planeamos celebrar su cumpleaños.

—Aww. Procuraré llegar antes. Aunque eso dependerá de cómo esté el ambiente. No sé cómo será convivir con Nathan y mi nuera... Más con Cindy allí. No nos hemos visto en muchísimo tiempo, y temo que sea incómodo.

—No lo creo... Hablamos de su hijo. Por todo lo que me ha contado sobre él, suena a que es un gran chico. Un gran hombre, mas bien. Me gustaría conocerlo alguna vez.

—No quisiera eso...

—¿Qué? ¿Por qué?

—Tienen casi la misma edad. Sería muy extraño.

Henry se echa a reír.

—Cierto, yo podría ser su hijo.

—Por favor, no digas eso de nuevo —me llevo una mano al rostro.

—Era un chiste —sostiene mi barbilla, y la hala, para, en seguida, besarme.

—¿Cómo puede gustarte un viejo como yo? —me lamento.

—¿Cómo puede gustarle un desastre como yo? —repone.

—No eres un desastre.

—Y usted no es un viejo.

MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora