Cuando vislumbro a Henry, esperando solo, vestido de traje, y con todas sus extremidades intactas, mi corazón se acelera. Al verme, sonríe, y apresuro el paso. Extiende los brazos, y me envuelve con calidez.
—Te extrañé muchísimo —digo, estrujándolo.
—Y yo a usted —responde; en seguida, nos damos un beso.
Salimos del aeropuerto, tomados de la mano. Él nos llevará a su casa.
—¿Trajo todo lo que le prometió a Max? —pregunta, entre risas, sin apartar la vista del camino.
—Sí, claro. Incluso a un coloradino. Por suerte, todo entró en la maleta. —Reímos—. Te traje algo.
—No tenía que molestarse.
—Era inevitable. Pensé en ti, apenas lo vi, y tenía que traértelo. —Hurgo en mi chaqueta, y le enseño un juguete con la forma de un personaje que sale en una caricatura que él mira. Ve de reojo la figura, y una enorme sonrisa adorna sus labios.
—¡Es Helga! —exclama, y la toma para admirarla bien—. ¡Me encanta! ¿Dónde la consiguió?
—Pasamos al centro comercial, y había una tienda de juguetes a la que entré porque reconocí a varios de los monos que sueles ver. Entre ellos, la niña gritona. Es tu favorita, ¿no?
—¡Síííí! ¡Muchas gracias, Mayor! —toma mi mano, y beso el dorso de la suya, para después recargar la cabeza en su hombro el resto del camino.
Al llegar a casa, Max y Robert son los primeros en saltar sobre mí. El niño de inmediato me pide todo lo que se supone que debí traerle. Le entrego una simple gorra, y un muñeco del oso Yogui. A Maggie le doy materiales de costura y pinturas. A Joey le entrego una camiseta, y responde con un escueto «gracias».
Cenamos pizza, un pastel de bienvenida, y vemos una película. Adoro estar de vuelta con mi otra familia. Joey subió a encerrarse cuando se terminó la pizza; Maggie subió a dormir, a media película. Sólo quedamos Henry, Max, Robert y yo. El niño y el perro se han quedado dormidos sobre nuestros regazos.
—Terminó la película —susurra Henry, a mi oído—. ¿Ya está cansado?
—No. ¿Qué hay de ti? —susurro también.
—No. ¿Subimos a la alcoba?
—Primero llevemos al enano a la cama.
Nos levantamos (yo con Max en brazos), y Henry apaga el televisor. Juntos arropamos al pequeño nazi; después vamos a la alcoba de Henry para estar al fin a solas. Nos acostamos juntos en la cama mientras le cuento sobre el viaje.
—Me pone contento que la haya pasado tan bien. Hasta me parece una pena que no se haya quedado más tiempo con su familia.
—No podía quedarme para siempre; quería volver con mi otra familia. —Tomo su mano—. Te extrañé tanto —acaricio su mejilla—. Me alegra verte entero. ¿Cómo va todo en la escuela?
—Igual que siempre. Como si no me hubiese ido. Aunque hay menos idiotas ahora. Akintola purgó la escuela, por así decirlo —ríe.
—¿Qué hiciste mientras no estuve?
—Trabajar, hacer de papá soltero; asistir al club de lectura; dormir... Fue una semana monótona. Me acostumbré tanto a su presencia, que hasta llegué a sentirme algo solo.
—Aww. ¿Te he malcriado? —lo rodeo con mis brazos—. ¿Tanto me extrañabas?
—Shi.
Río.
—¿Qué tanto? —acaricio su espalda.
—Me toqué pensando en usted —masculla, escondiendo su rostro en mi pecho. Los colores se me suben al rostro.
![](https://img.wattpad.com/cover/260565954-288-k25011.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Mayor
RomanceHarold Duncan decide jubilarse del Ejército luego de treinta años de servicio. Decide aprovechar el tiempo que le resta para reconciliarse consigo mismo, y adaptarse de nueva cuenta a la vida de civil; aun teniendo un hijo que lo rechaza y una exesp...