Este viejo despistado olvidó que es escritor, así que anoche se desveló terminando su columna, luego de que la editorial le enviara un mail para recordarle la fecha de entrega.
Es así que mi último día en Colorado decido pasarlo en cama, conciliando el sueño. Sin embargo, Nathan, quien volvió de su Luna de miel justo anoche, entra a la alcoba haciendo bullicio, y sosteniendo dos tazas de café.
—¡Despierta, abuelo! ¡Hay muchas cosas para hacer hoy, antes de que te vayas!
—No me molestes... Ni me mires... No tengo el parche puesto... —respondo, somnoliento, cubriendo mi cabeza con una almohada. Pero Nathan la aparta, y tira de las sábanas—. ¡¿Qué te pasa, idiota?! —me incorporo, ceñudo.
—Pa, no voy a permitir que tu último día aquí te la pases en cama. ¿Qué tal si tengo que esperar otros cien años para verte? Vamos, baja. Mamá preparó chilaquiles.
—Mmm... —mantengo el ojo cerrado, pero un almohadazo me hace despertar; entonces tomo a Nathan del cuello, y lo tiro a la cama para hacerle una llave—. ¡Respétame, mocoso insolente!
—¡Está bien! ¡Lo siento! —se echa a reír—. Pero baja, en serio. Tus chilaquiles se enfrían.
—Ya voy —respondo, bostezando, y lo suelto.
Luego de veinte minutos, duchado y cambiado, bajo con ellos. Por fortuna, Cindy sigue comiendo; aun así, me ve con desaprobación. Nathan está inmerso en su tableta, y Samantha y Ginger atienden a Ingrid.
—Buenos días, señor Duncan —dice mi nuera.
—Buenos días, tío —añade Ginger.
Devuelvo el saludo mientras tomo asiento.
—Tardes —corrige Cindy.
—Pa, es octubre —dice Nathan, sin apartar la vista de su aparato.
—¿Quieres un premio por eso? —respondo, y procedo a darle un bocado al desayuno. El sazón de Cindy jamás decepciona.
—Me refiero a que tu cumpleaños está cerca. Y como no podremos celebrarlo el día correspondiente, porque te vas esta noche, pensamos en hacerlo hoy.
—No es necesario que se molesten. De hecho, no tengo ganas de salir. Quisiera volver a la cama... —digo, en medio de un bostezo.
—Vamos, pa. No hemos hecho nada realmente divertido desde que llegaron, que no tenga que ver con la boda. Hasta mi abuela y tías salieron a explorar la ciudad. Iremos al lago, y haremos un pequeño pícnic. El tío Dan salió a comprar los ingredientes para hacer hamburguesas.
—Por favor, dime que no las preparará él. En vez de ser hamburguesas al carbón, será carbón a las hamburguesas.
—Descuida, Ricky, para ti traje algo de Gerber —Dan entra a la cocina, y deja varias bolsas sobre la mesa. Me echo a reír—. ¿Nos vamos, entonces?
—¿Por qué tardaste tanto? Te fuiste hace como dos horas —dice Nathan.
—La chica de la carnicería era linda.
—Qué puerco, papá —le reprocha Ginger.
—Es broma, mi amor. El tráfico era terrible —hace una mueca de culpa, a espaldas de ella.
Entonces terminamos el desayuno, y Cindy me obliga a empacar algo de ropa. Subimos a la camioneta de Nathan —incluidos los perros—, y mi hijo es quien conduce al lago. Al llegar, nos instalamos en unas mesas de piedra, cerca del pequeño muelle. Dan y yo desplegamos las sillas y la parrilla, y Nathan y las chicas alistan los ingredientes para las hamburguesas, que Cindy, Ingrid y Ginger se ofrecieron a preparar.

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Mayor
RomanceHarold Duncan decide jubilarse del Ejército luego de treinta años de servicio. Decide aprovechar el tiempo que le resta para reconciliarse consigo mismo, y adaptarse de nueva cuenta a la vida de civil; aun teniendo un hijo que lo rechaza y una exesp...