Prólogo

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Kakashi sabía que la encontraría en el campo de entrenamiento. Ella iba siempre ahí cuando necesitaba soledad eligiendo los horarios en que nadie se encontraría en práctica. Se sentaba bajo la sombra del árbol más frondoso, justamente el más cercano al pilar en el que había quedado atrapado Naruto, durante el primer día que se iniciaran como sus alumnos.

Recordaba ese día como si fuera ayer. Un discípulo con un desempeño prominente, fiel reflejo de su familia. Otro con mucha energía y un gran pasado, el hijo de su propio sensei, problemático y con un corazón enorme. Y luego, detrás de esas promesas, venía ella; esa menuda niña de enormes ojos jade y cabellos rosados, aplicada y obediente como ninguna, sin nada especial pero única en su clase.

Captó su completa atención cuando la vio llegar junto a sus compañeros. Algo sucedió en su interior la primera vez que le habló dirigiéndose a él como su futuro sensei. Ese leve sonrojo que le floreció en las mejillas mientras lo miraba desde abajo con los ojos bien abiertos, lo cautivó. De inmediato sintió que ella tenía algo que lo enloquecería y que no le sería indiferente en ningún sentido, aunque no llegara a entender en ese momento que era.

O no quería entenderlo.

Ella era tan pequeña, tan pura e inocente... tan indefensa.

Y él era su sensei. Catorce años mayor. Con experiencia, uno de los mejores de su generación entrenado por el mismísimo cuarto, y el encargado de formarla en el arte ninja, en guiarla hacia un futuro como shinobi.

Solo eso.

Nada más.

Y no comprendía porque cada nueva mañana, ni bien se miraba al espejo antes de desayunar para acudir a dar clases, debía recordárselo. No le encontraba sentido a ese ritual que inconscientemente respetaba cada día, pero lo necesitaba. Sentía que así, al verla a los ojos, todo estaría bien.

Respiró hondo buscando su chakra.

Allí estaba. Aun no la veía pero ya sentía la dulzura de esa energía. Y ya no era la de una niña. Ni siquiera indefensa, en la que de esa inocencia solo quedaban los sonrojos.

Normalmente no se acercaba tanto, era más cómodo para ambos observarla desde lejos, sobre todo cuando la encontraba en aquel lugar, al que ella acudía en busca de la calma de la soledad.

A veces, cuando no alcanzaba a ocultar su propio chakra a tiempo, pasaba con su andar despreocupado y casual, y la saludaba. Aunque de casualidad no tenía nada.

Pero, la mayoría de las veces, Kakashi realmente prefería observarla.

Apreciar sus facciones relajadas en esos instantes en que ella se abstraía dentro sus pensamientos, lo calmaban. Como el cabello se le desordenaba con la brisa resaltando esos hermosos ojos jade al ondear sobre ellos, y el gesto que hacía con sus labios cuando le picaban la nariz, le robaban más de una sonrisa inadvertida.

Realmente ya no era una niña. Para nada. Si bien su cuerpo era menudo y delgado, la madurez en ella había obrado maravillas al brindarle esas delicadas y sutiles curvas que le conferían una elegancia que pocas jóvenes de su generación tenían. Pero sin dudas, lo que más le fascinaba en ella eran esos hermosos ojos jade, y la forman en la que lo veían. Ella no miraba a nadie como a él, con esa ilusión y apocamiento que muchas veces le llevó a pensar que él no le era indiferente, aunque rápidamente lo descartara. Ella era prohibida.

Así que se conformaba con eso, del disfrute y la tranquilidad que le brindaban el observarla desde lejos, de esa sensación de que todo en su vida estaba en el correcto lugar cuando al menos podía tenerla así.

La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora