Seiyi respiró hondo, el cuerpo cansado, no había logrado dormir demasiado. La noche había sido larga, terminando a duras penas al despuntar el alba, aunque esquiva esta no se dejaba apreciar, el cielo había amanecido encapotado.
Los amplios ventanales de su habitación enmarcaban el espectáculo de las nubes retorciéndose previo a la lluvia. No molestaba la luz, era escasa y lo agradecía, no había cerrado las persianas al regresar con Sakura entre sus brazos, ni había reparado en ello al entrar, y ahora se hubiera odiado si aquel detalle la molestara.
Jamás luego de una sesión era su habitación quien lo albergaba como amo y sumisa. Ninguna mujer antes había pisado sus aposentos, y esa pequeña rosa prácticamente si se lo había adueñado aun sin proponérselo.
Sakura dormía en el hueco de su brazo derecho, una mano descansaba sobre el pecho, en contacto con él, tocándolo. Había sido así desde que volvieran.
La había aseado debajo de la tibia ducha, ella en sus brazos siempre, apoyada la cabeza en su pecho o en su hombro. Lentamente le había lavado la piel, con delicadeza en el toque, apenas rosando las zonas enrojecidas.
Fue duro como su amo, lo reconocía. Se había contenido aunque comenzara a considerar que apenas si lo había logrado. Y era que ella había recibido cada uno de sus toques, de sus castigos, con tal entrega, con tal goce; que le fue imposible no ir por más. Jamás una sumisa antes había soportado tanto, si era que ella lo soportaba, porque en aquellos jades no habitaba más que puro deseo cada que lo miraba. La lascivia de su placer, la sensibilidad de esa piel que se contraía en dolor desarmándose luego en el pecaminoso disfrute que le embellecía las facciones, eran irresistibles, superando a cualquier idea que se hubiera formado de ella como sumisa.
Fue perfecta, fue única. Fue más de lo que esperaba, fue tan intenso, tan singular, que ya si hasta comenzaba a dudar si alguna vez se sintió igual. No, nunca se había sentido así. Jamás.
Respiró hondo nuevamente. La mano libre frotó el rostro arrastrando algunos de sus largos cabellos.
Estaba perdido. Aquella sesión había sido reveladora y no sólo por Sakura, porque había derribado la última barrera para con ella. Ahora estaba por completo en su mundo, llenándolo, haciéndolo mejor, haciéndolo único, atándolo a ese bienestar al que se negaba asignarle su típica temporalidad de aburrimiento, porque no se cansaría, ya jamás. Habitaba en su pecho una nueva sensación que no podía describir, pero se sentía pleno, feliz, grandioso. Y le aterraba.
La entrega completa que le reclamó antes de iniciar, ahora le cobraba el precio a él, porque siempre estuvo al tanto de aquello que se le reveló mientras la tenía en el genjutsu, lo que ella sentía. Siempre lo supo, antes de comenzar siquiera su historia, y más. Entendía que se acercaba el momento que lo llevó a tomarla con prudencia, aunque al final ignorara su propia estrategia cuando ella le rogara que la enamorara. Lo supo siempre, ella, una dulce condena, una lección tal vez, pero lo mejor que le pasara en mucho tiempo.
Giró el rostro observándola. Sakura dormía de lado, las facciones tranquilas, la respiración lenta de un sueño profundo. Aquella boquita que se le antojaba suculenta contraída al frente, era hermosa.
Sonrió sin darse cuenta, tenerla así era sublime, y había algo que le abrumaba anidando en su garganta como nunca antes había sentido. La sesión había sido única, terminarla con ella en su cama, sublime, nunca se imaginó que algo tan simple se sentiría tan cálido. Le acarició con el dorso de los dedos de la mano libre, delineándole el rostro con cuidado de no molestar su sueño, y quiso más, pero la prudencia le ganó al deseo.
—Te amo —susurró y fue el pequeño golpe en la puerta de la habitación el que le contrajo el ceño.
Decidió ignorarlo aunque no pudiera por mucho. Un nuevo golpe, uno más discreto pero no menos insistente, le hizo soltar una maldición en los pensamientos. Sabía que quien llamaba era Watari, nadie más tenía permitido acceder a esa ala, más cuando él estaba con sus sumisas. Y si estaba allí molestándolo, era porque algo importante y urgente sucedía.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
Roman d'amourDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...