La mañana encontró a Kakashi con los ojos abiertos contemplando a la pelirrosa que dormía apaciblemente a su lado. No la tocaba aunque sus dedos picaban por hacerlo. Pero no lo haría, porque no quería perturbar el profundo sueño que teñía esas joviales facciones de calma.
Había una sonrisa en los labios del varón. Leve, apenas perceptible pero que llegaba hasta los oscuros ojos que la detallaban, acariciando en el aire lo que sus dedos no podían.
Y esperaba.
Esperaba a que ella saliera del embrujo del sueño y abriera los ojos al fin, porque lo primero que verían sería a él. A él y a la dulzura que inconscientemente le brindaba. La misma que se instauró en su ser la noche anterior desde que le susurrara al oído, mientras recobraban fuerzas abrazados en el suelo, lo agradecido que se sentía de que ella le permitiera compartir ese lado suyo. Y cuando girara a su encuentro, motivada por esas palabras, no pudo más que abrazarla al percatarse de las lágrimas de goce y de relajación que cayeron por sus mejillas.
Y fue en ese instante en que se entregó por completo a consentirla con esmero. Siempre fue respetuoso del ritual de consuelo hacia la sumisa luego de una sesión, y más después de una tan fuerte. Atender los tensos músculos para aflojarlos, de calmar las sensaciones encontradas, de contener su psicología. Siempre lo hizo y lo disfrutaba en cierta manera, no iba a negarlo.
Pero esa noche, su sumisa era ella, su niña rosa. Y ese ritual ya no era una regla para él, era una necesidad que se volcó imperiosa en caricias, besos profundos y suaves, en miradas y palabras de cariño que la tenían sonriendo en medio del silencioso llanto.
Conocía muy bien lo que le sucedía, del porqué de ese estado melancólico y meditabundo, lo que las lágrimas significaban. Y si bien el cuerpo de la fémina no necesitaba realmente atención debido al byakugou, la emoción y la psicología eran profundas y delicadas en ella. Y justamente ese aspecto era el que cuidaría él. Y no sólo porque debía o lo necesitara, era porque lo quería y le llenaba de un placer diferente pero no menos intenso.
Le acarició cada marca rosada sobre la blanca piel mientras la bañaba junto a él en la tina de su baño. Utilizó sales descontracturantes para aliviar las articulaciones, y con jabones de alta humectación trató la piel, la cual poco a poco recobró su rosado natural. Pero no era el confort físico el que buscaba, sino que ella supiera sin que quedaran dudas, de que él estaba allí, para ella en exclusivo y todo el tiempo que necesitara.
Sakura lo observaba la mayoría del tiempo, y cada tanto perdía su mirada en la llama flameante de alguna vela aromática.
"Eres también muy romántico" le susurró varias veces y él sabía precisamente a que se refería con ello. Toda la sesión no lo fue, y ahora sólo eso era lo que le brindaba.
"Te lo mereces" le respondió cada vez, antes de besarla.
Le quitó con suavidad el maquillaje corrido por las lágrimas que se le escaparon durante la sesión. Le secó la piel con tranquilidad y esmero. Le cepilló el cabello desenredándolo antes de cargarla entre sus brazos para recostarla en la cama, colocándole una camisa de él, tal como ella se lo pidiera con la excusa de que necesitaba sentir el aroma del varón nuevamente impregnando su piel.
Le besó mientras se acurrucaba a su lado, vistiendo sólo un bóxer, para que ella pudiera tocar su caliente cuerpo sin barreras, maximizando el contacto y la sensación de protección.
Sakura se durmió al fin, hundida en el hueco de su cuello, aspirando su calor. Él le siguió momentos después. Dedicándose primero a arrullarla con caricias hasta que la calma respiración le indicara que se había sumido por completo en el reparador sueño.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...