Esa mañana, Kakashi estaba destrozado. Apenas si había podido conciliar el sueño luego de la cena por su apuesta supuestamente perdida.
La expresión en el rostro de Sakura cuando le acariciara la piel interna de la muñeca en un intento de lección de masturbación, lo maltrató durante toda la madrugada. Fue imposible quitar de sus pensamientos la imagen de esos labios hinchados, de la placentera sorpresa en esa mirada vidriosa resaltada dulcemente por las mejillas encendidas.
La locura que se desató en su interior al percatarse de la alta sensibilidad que la joven ostentaba inocentemente, ese grado de ingenuidad ante su sexualidad y la curiosidad que él tan hábilmente había logrado despertar en ella, simplemente lo atormentaron manteniéndolo despierto buscando la manera de calmar su excitado cuerpo.
Apenas si había logrado contener la erección con la que se despidió de ella, disimulando la prisa por ocultarla detrás de la necesidad de dejarla sola para su autoexploración. Y lo peor de todo era que nunca se había dado tantos solitarios luego de sus diecisiete, edad en la cual descubrió el efecto que tenía sobre las mujeres, y lo fácil que le resultaba obtener lo que quisiera de ellas.
Aún no entendía porque demonios había sucumbido al impulso de explorarla de esa forma tan sexual. ¿Y qué había logrado con ello? ¿Acercarse? ¿O que mierda?
Nada, sólo disfrutarla en esos efímeros momentos para luego torturarse con la dolorosa verdad de saber que ella estaba vedada para su vida, porque así se lo había jurado.
«Quien te manda a meterte en esto...»
Y era él mismo. Él y ese cosquilleo que ella le causaba cada vez que pululaba a su alrededor. Y la culpa que sentía por no haberse concentrado en su momento en ser un verdadero sensei para la muchacha.
Tal vez esa intención de ayudarla a realizarse como mujer funcionaría como una forma de expiación. Se lo repetía una y otra vez, intentando convencerse de la virtud de su método. Pero... ¡a quien engañaba!
Disfrazar ese desinteresado ofrecimiento de su experiencia en el plano sexual como lecciones, podían estar funcionando en ella. Pero en él estaba haciendo estragos, porque era consciente de que una parte de sí mismo simplemente la deseaba con locura. Una parte a la que encerraba bajo siete llaves para contenerla, porque sabía que por mucho que pudiera ofrecerle, nunca sería capaz de darle la vida que una mujer como ella se merecía.
Suspiró ruidosamente, ofuscado por sus cavilaciones, apretando entre sus dedos la página del documento que había releído por cuarta vez, intentando entender algo de las cifras que allí se expresaban.
— ¡Mierda! ¿Quién carajos me manda a meterme-
—Lo mismo quería preguntarle, hokage.
Kakashi dio un respingo en su silla soltando los papeles para ponerse en guardia, aunque sólo le tomara un segundo reconocer esa voz que se oía apagada detrás de la máscara de perro.
— ¡Seiyi! ¡Hijo de puta! ¡Cómo me vas-
— ¡Epa! ¿No me sentiste llegar? Raro. — El ANBU se sonrió aunque no pudiera verlo.
Kakashi ni siquiera volteó, disimulando el disgusto que le causaba esa certera afirmación tras la molestia por las pilas de papeles sobre su escritorio.
— ¿Distraído hokage? — arremetió hincando en la molestia, mientras se posicionaba sigilosamente al lado de hombre — Eso sí que es raro en ti, amigo.
Kakashi giró en su silla con el ceño contraído.
—Estaba concentrado, no distraído.
—Mmmm... nunca antes pasó desapercibida mi presencia, y eso que esta vez ni siquiera intenté ocultar mi chakra. — Y levantó la máscara, una vez que constató que estaban seguros, para que el peliplata pudiera apreciar la sonrisa de socarrona victoria que adornaba su rostro.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...