Aún resonaban en sus oídos los latidos locos del fuerte corazón de Kakashi. Locos al principio, sabía que lo había tomado por sorpresa su arrebato, tal como le había sucedido a ella. No entendió qué la llevó a hacer eso, pero lo necesitaba, tanto como apreciar esos latidos calmarse poco a poco en ese abrazo que no buscaba más que sentirlo, su calor, su fuerte cuerpo, su aroma.
La química entre ellos fue diferente cuando finalmente se soltaron. Fue lento, sin romper el contacto al principio, cuando se miraron a los ojos y se tomaron de las manos. Después, finalmente, él habló preguntándole cómo estaba.
Estaba bien, mucho mejor. Lo poco que hablaron la tranquilizó, aunque no borrara del todo la molestia que vino después cuando esa burbuja finalmente desapareció. Él volvería con Zulima, estaría en exclusiva para ella: sus sonrisas, sus palabras, sus toques... todo sería para ella el resto de la noche, y también de la mañana. Sabía que la mujer dormía en su casa la mayoría de los días de la semana; se lo había chismeado Noozomi cuando comenzó a correr el rumor de que el Hokage parecía al fin sentar cabeza con una mujer.
Le dolía eso, y más le dolía porque ella estaba en una historia similar, una mejor, una que sentía amenazada con la presencia de esa nueva mujer. Y quería, buscaba, no tomarlo así. Lo que le decía Kakashi le tranquilizaba, pero no del todo. No podía olvidar la sensación que se clavó en su pecho desde que la vio por primera vez. La misma sensación que le había provocado Zulima, y que después se confirmó dolorosamente. Era casi imposible negar ese presentimiento hecho realidad, la experiencia se había grabado a fuego como señales luminosas.
Miró el reloj de pulsera cuando la entrada al camino que daba a la mansión se vislumbró. Eran pasadas las nueve treinta de la noche. Seiyi se enojaría cuando se enterara de que iba a pie. Le había dicho que tomara un taxi cuando él no podía recogerla o su jornada se extendía. No le gustaba que anduviera sola por la noche. Un par de veces le envió un chófer de la casa, pero ella no estaba cómoda con eso. Adoraba que la cuidara, pero tanto lujo le resultaba difícil de procesar.
Esa noche prefirió ir a pie. Kakashi la acompañó un largo trecho hasta que sus caminos se separaron. Luego, ella quedó con la camisa del Hokage, la cual él ató alrededor de su cintura para cubrirle los glúteos y los muslos. No se sentía cómodo dejándola sola vestida así en la noche, como si él no hubiera sido uno de los ninjas que la convirtió en un arma mortal para la mayoría de los hombres.
Aceptó su forma de cuidarla. Le dio ternura.
—Buenas noches, señora —le saludó el guardia de la entrada.
Ella le devolvió el saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa.
Respiró hondo al continuar avanzando. Seiyi estaría más que molesto, no solo por no haber tomado su sugerencia, sino por llegar tarde. Ella le había citado para las nueve, exigiendo su presencia sin opción a otra cosa, y ahora era ella la que incumplía. Algo le incomodaba aquello, aunque en cierta medida servía como escarmiento, una forma de hacerse valer al fin y al cabo, aunque no podía evitar el nerviosismo que venía con la falta, tanto aquello como por la conversación que quería tener con él, a la cual Kakashi le insistió varias, hasta antes de despedirse.
Sabía que era lo que quería decir, pero no como comenzar.
Un nuevo suspiro la tuvo aliviando el nerviosismo, pero no pudo evitar que el corazón se le acelerara cuando la zona de aparcamiento estuviera ocupada por tres vehículos de lujo. El deportivo de Seiyi y dos más. Una limusina para varios pasajeros que no logró identificar estacionada a la derecha, y otro auto de lujo, blindado le seguía más allá. A ese le conocía, era el de la señorita Matsuo.
La sangre le hirvió al caer en la cuenta de ello, olvidándose por completo de la molestia por su demora y exigencias.
Una vez que le pedía que no tuviera compromisos ¿él que hacía? , traía a la otra a casa.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...