Capítulo 55

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Caló nuevamente del cigarrillo mentolado que había encendido hacía segundos. La segunda calada y ya había consumido casi un cuarto, arrojando el humo hacia el lado después.

Nunca dejó de observarla, ni por un minuto desde que la cama le supiera incómoda con esa ansiedad que no le dejaba dormir, y que le picaba en los labios por nicotina.

Sakura se enojaría cuando lo descubriera. Era uno suave aunque igual se los vetara. Que más daba, eso sucedería cuando despertara, y no parecía que fuera a hacerlo pronto. Dormía plácidamente boca abajo, desnuda y enredada entre las sábanas de seda negra, de la cama en la habitación del Conde en el Lux.

Decorada extravagante, pero sin quitarle elegancia, la oscura estancia, iluminada por lámparas estratégicamente situadas para brindar la suficiente claridad sin restar penumbras; lucía toda clase de implementos para sesiones desde las más simples, hasta las más duras. Sólo con mirar la jaula que yacía en un extremo, cualquier sumisa podía imaginarse cuál sería el castigo, y el disfrute si ella y su amo lo deseaban.

Pero no fue ese el motivo por el que la llevó allí.

No era el amo quien reclamaba esa noche, aunque no podía negar que hubo algo de el en ese acto.

Sakura se removió apenas estirando un brazo. De su muñeca aún colgaba atada la soga de seda negra con la que la había amarrado, ambas manos juntas en el respaldar, aunque sólo en una ahora quedara evidencias de aquella faena. Esa mano y el tobillo contrario, el cual aún ni siquiera había sido soltado de la corredera en el extremo de la cama, por más que la hubiera aflojado.

En el cuello las marcas de sus besos sobresalían enrojecidas. Pronto tornarían a levemente liláceas, era consciente que no pudo ni quiso contenerse al morderla, y los gemidos de placer de la chica fueron estímulo suficiente para no medir la fuerza.

Todo el delicado cuerpo era un muestrario del paso de su furia, porque eso era lo que había sentido mientras la follaba. Furia, deseo, esas enfermas ganas que lo llevaron a solo querer poseerla, marcarla, borrar el paso de cualquier hombre antes que él, y subir la vara para que cualquiera que viniera después, simplemente no diera la talla.

Suspiró arrojando el humo de la última calada, y fue su ceño el que se contrajo en preocupación.

Un insulto cruzó sus pensamientos, y ese ácido disgusto del obrar ajeno a su persona le invadió la boca, apretándole los labios. Él no era tan visceral, tan... básico. No necesitó jamás de ejercer el dominio sobre una esclava como lo hacía con Sakura.

Pero ella no era una esclava.

Ni su sumisa, aunque la chica se lo hubiera pedido indirectamente en más de una ocasión desde que llegaran a esa habitación. Y no fue que no quería complacerla, solo que no esa noche. Controlar su temperamento hubiera sido difícil con toda esa emocionalidad que lo contaminaba, y no se hubiera perdonado el mínimo desliz de su mano. Él era un amo estable y en férreo control todo el tiempo, y esa noche no era más que un amante celoso que necesitaba casi con enferma violencia hacerla de él, del hombre, de sus ansias.

Caló de nuevo apoyando las espaldas en el mullido respaldar del sillón de cuero negro, que yacía a la derecha de la cama, en un ángulo en el que nada de lo que sucediera en ese lecho quedaría escondido de los espectadores allí acomodados. Nada era casual ni deliberado en esa habitación.

Descansó la mano libre sobre las piernas cruzadas. La bata de seda en tonos oscuros se abrió sobre el pecho, rodando luego los cabellos cuando inclinó la cabeza para frotarse la frente con el pulgar, cuidando el cigarrillo entre sus dedos.

La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora