—Sei... esto es... ¡es hermoso! —expresó invadiendo con su voz toda la habitación, dándole más énfasis del que esperaba— ¡Perdón! No quise gritar... —y se tapó la boca con ambas manos viéndolo completamente sonrojada.
El varón, caminando un paso detrás de ella, solo carcajeó disfrutando del espontáneo arrebato, indicándole con los ojos que se adentrara tranquila para que fuera por aquello que sabía le gustaría. La elección de la terraza cerrada como lugar de su cena no había sido al azar, buscaba la reacción que estaba observando porque le encantaba complacerla, considerando que el disfrute de la felicidad cantarina de la chica ya se había convertido en uno de esos pequeños placeres que difícilmente dejaría de añorarlo.
Ella asintió, sonriendo emocionada y se separó de los dos hombres, siendo Watari quien último entrara deteniéndose a un paso detrás de su señor.
Y allí fue, prácticamente corriendo, o lo que sus sandalias de tacos algo más alto que lo usual, le permitieran si restarle elegancia, porque nunca abandonó los objetivos que la llevaron a buscarlo esa noche, siendo el principal seducirlo, aunque no quisiera reconocerlo del todo.
La terraza cerrada era un amplio balcón situado en la zona oriental de la última planta de la mansión. Sus paredes y techos estaban vidriados, permitiendo una cómoda vista al firmamento y al bosque de Konoha sin que el clima exterior interfiriera. Seiyi había exigido que esa zona de la casa no se orientara a la ciudad sino a las afueras de la aldea, quitando cualquier contaminación lumínica de la urbe en progreso. La luna y las estrellas coronaban el cielo azul oscuro que se desplegaba hasta el horizonte, brindándole cierta aura de romanticismo y privacidad, la cual Watari se encargó de incrementar con su rápida labor, al preparar la cena para dos.
Colocó la pequeña mesa en un extremo próximo a las ventanas, llenando de velas las repisas cercanas, y con un candelabro alto, decoró el centro. Había pétalos de rosas esparcidos por el blanco mantel, y dos copas de vino, llenas a la mitad con el rosado favorito de la joven, reposando envuelto en la servilleta blanca, la que conservaría los exactos diez grados que le intensificaban el sabor a la bebida.
Ella, perdida en esa vista, poco había reparado de los detalles, y Seiyi no hacía más que observarla con esa sonrisa casi boba adornándole los labios.
—¿Es de su agrado, señor?
—Está perfecto, Watari —suspiró—. Ahora entiendo el tiempo que me pediste para prepararlo.
—Tiempo que el señor supo aprovechar demasiado bien.
Seiyi carcajeó.
—Sí... bueno, eso... se me fue de las manos.
—Me di cuenta, señor.
Seiyi le miró por unos segundos dedicándole esa sonrisa de gratitud que el hombre aceptó asintiendo con el mismo gesto.
—Hiciste bien en interrumpirnos.
Y ahora metía las manos en los bolsillos, disimulando la erección que había comenzado a tomar forma nuevamente, cuando la joven se moviera y esa falda lo hiciera con ella recordándole la disponibilidad del atuendo, una que él había pedido y que le obedeciera tan diligentemente.
Y cuando ella le viera por sobre su hombro, devolviéndole esa limpia sonrisa que coronaba con un sonrojo los jades, lo supo. Y ya no quiso resistirse a nada.
Tal vez era pronto, tal vez la bruma de aquella ruptura que la devastara aún no se hubiera disipado del todo; pero en ese instante no podía dejar de sentir que con sus propias certezas sería suficiente para seguir adelante, que la determinación de la pelirrosa le confirmaba lo que quería recibir. Tal vez estuviera equivocado, pero decidió que no importaba en ese momento, porque fue escucharla reír sorprendida por la estrella fugaz que cruzó de repente el negro firmamento, para saber que ya no dejaría que mediara más tiempo ni distancia entre ellos.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...