Afuera llovía otra vez. El alumbrado público ya destellaba con las copiosas gotas, el vidrio que daba a su oficina volvía a distorsionar la vista hacia la ciudad al cubrirse de agua, por quinta vez en lo que llevaba de la tarde.
Daban las ocho.
Sakura estaba en su casa. No había salido en todo el día. Leía un libro en el estar, tal le habían informado hacía menos de cinco minutos. Era lo que estuvo haciendo todo el sábado desde que se levantara y le informaran que él no estaba, que se había ido por compromisos laborales.
Lucía consternada, le comentó el empleado al que ordenó a cuidarla, Watari no sabía de aquello, no se lo aprobaría ahora.
Las viejas costumbres eran difíciles de abandonar, y le fue imposible no echar mano de los recursos que tan bien manejaba. No estaría tranquilo sin tener noticias de ella durante todo el día, porque supo desde el preciso momento en que se levantó, que sólo la distancia podría calmar esa incipiente furia.
Tener gente cuidándola desde las sombras, no sería nuevo, aunque esta vez le molestara en algún punto. Pero no iba a titubear en pequeñeces, y menos ahora en que sentía que su victoria se convertía en apenas una ilusión efímera. Él no era hombre de perder, nunca, ni de rendirse rápido.
Ella leía, seguía leyendo. Eso y descansar, algún dulce que se animó a pedirle a la servidumbre.
Leía el mismo libro que le había visto sobre su bolso al levantarse en la mañana. El libro de Kakashi, lo reconoció ni bien lo alzó, el que ella le regalara dedicándoselo especialmente. El mismo libro del que el peliplata se regodeaba frente a él cada vez que podía, y del que no se separaba nunca desde que lo recibiera, reemplazando a cualquiera de los clásicos de bolsillo que lo acompañaron hasta el hartazgo, aun siendo este más incómodo de transportar por su tamaño.
Excepto ahora.
Ella lo tenía y eso sólo significa que él se lo había dado.
Y aquello confirmaba todo. Las dudas de la chica, ese dolor que se volvía inquieto al recordarle el amor pasajero, la inseguridad que clavó en ella...
Esa desesperada necesidad que le observó mientras la follaba, el ruego tácito por un castigo, la dubitación por el futuro, por él, por las costumbres de su pasado como si eso lo definiera. Era lo mismo que aquella noche en la que el Hatake la abandonara. Lo mismo y a la vez diferente, porque ahora no sólo le reclamaba por olvido, por seguridad; ahora le pedía al amo, suplicaba por él.
No quería considerar que la reacción era fruto de la culpa, buscando expiarla en el castigo de una mano dura. No, no quería, porque eso significaba algo más, algo que siempre estuvo ahí, aquella prudencia que le exigía no ceder ante ella y de la que prescindió, sólo porque no soportaba no beber de ese sentimiento cuando le oyera el primer "te amo".
No en vano se pasó parte de la noche en vela, acariciándole por momentos, viéndola dormir cuando no podía evitar negar lo que supo desde el preciso instante en que observó esa desesperada ansiedad en los jades, al entrar a la cocina.
Suspiró girando la copa entre sus dedos, reparando como mera costumbre en el cuerpo del amargo ámbar al pegarse a las paredes de vidrio. No era nuevo aquello que lo aquejaba, no era nueva su incertidumbre ni la duda de la joven, pero sinceramente esperaba que no sucediera más. Creyó que ya era parte del pasado.
Iluso.
Ese bendito libro no debería ser nada, un simple objeto, pero confirmaba todo.
Idiota en creer en que Kakashi se rendiría, aun alienado por esa estúpida maldición que se había inventado para no enfrentar sus traumas, sabía que la chica era más imponente que cualquier otra persona antes. Y habiéndola probado, iniciado... difícil dejarla ir. Él mismo no podría.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...