No pensaba cuando atravesaron la puerta de su departamento.
Ni siquiera era consciente de cómo habían llegado o que camino habían elegido esa noche. No lograba deducir si fue el frío o la compañía que colgaba de su brazo mirándolo expectante, con un dejo de lujuria en los ojos, lo que hizo que fijara un único objetivo: llegar cuanto antes.
No pensaba cuando ella lo miró con los ojos oscurecidos, resaltados por el rosado de sus mejillas, y la respiración pesada, aguardando por su siguiente movimiento. Tan hermosa, tan delicada, tan suya...
Porque sería suya, por primera vez y quizás la última, no lo sabía. Pero sería suya.
Tuvo que contener el agite en la respiración por su propia excitación cuando le sostuvo la mano con la que ella comenzó a desabrocharse el abrigo.
—Déjame a mí. — Le susurró y todo su ser se estremeció en el instante en que ella lo miró desde abajo, con los ojos vidriosos bien abiertos, asintiéndole tímidamente, dejando que sus fuertes manos la desvistieran a su capricho.
La observó sin perder detalle de sus reacciones mientras lentamente se bajaba la máscara y tuvo que contener un jadeo cuando esa mirada jade se posó en sus labios. Sí, él también deseaba besarla, pero eso sería cruzar un límite muy peligroso. Si tan sólo se atreviera a saborear el dulce sabor de su niña rosa, sabía que ya no podría mantener la fachada de hombre normal arriba.
Y cuando el abrigo golpeó el suelo, sus labios desnudos le mordían el cuello para no morderle la boca.
Apenas si fue consciente de cada uno de los movimientos de sus dedos que descubrían ese delicado cuerpo al quitarle la ropa. Solo reparaba en la forma en que lo miraba y como lo dejaba hacer, rendida a él, rendida a sus demandas.
La respiración de ella era pesada, jadeante y mezclada con ese sonrojo que la teñía, la volvía insoportablemente hermosa para su ojo de amo. El suyo y el de cualquiera. Ella era un bocado irresistible, esa sumisión tan natural que demostraba, esa sexualidad sensible e involuta que poco a poco había arrancado a fuerza de curiosidad y provocación...lo volvían loco.
Daría todo por ella. Y más. Porque ella era todo en su mundo.
Sus dedos se escabullían entre los bordes de esas menudas prendas a medida que las quitaba. La miraba cuando podía, le besaba la piel el resto del tiempo, jalando medido pero firmemente el sedoso cabello para darse más acceso.
Y ella gemía, temblaba arqueándose en reflejo al ceder a su mando, con los ojos cerrados apenas si podía sostenerse en pie. Él lo hacía por ella. Y cuando acaso si intentaba tomarlo o simplemente tocarlo, una breve orden y un suspiro mojado de placer la devolvían a ese estado que él tanto necesitara en ese momento.
Era simplemente hermosa. Todo lo que buscaba estaba en ella. Todo.
No supo cómo la llevó hasta su cama, en que momentos sus pasos encontraron los escalones y la guiaron a fuerza de caricias, de besos sobre la piel que iba exponiendo con cada prenda que prácticamente arrancaba desde ese delicado y firme cuerpo.
No entendió como se las arregló para no besarla. Moría lentamente cada vez que observaba esos dulces labios abrirse para dejar escapar un gemido. Desesperaba cuando los sentía sobre su propio cuello buscándole con impaciencia la boca.
Ella lo miró con ojos vidriosos cuando sus espaldas golpearon la cama vistiendo sólo la prenda que Kakashi le regalara. Las mejillas estaban encendidas y sus pestañas temblaban indecisas, debatiéndose entre mirar como él desvestía ese cuerpo que la enloqueciera, o en bajarla por el pudor que comenzaba a invadirla al ser consciente de que pronto ya no habría barreras entre sus pieles. Pero no sólo la pena era la que los nublaba. Por primera vez sentía que el deseo le ganaba a cualquier otra sensación y era grandioso.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...