Capítulo 64

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Los sonidos agudos y penetrantes del despertador la molestaban. Hacía ya demasiado tiempo que se oían, el volumen en aumento era evidencia de ello. No entendía porque Seiyi no lo apagaba, él siempre despertaba antes que ella y...

Abrió los ojos de repente.

Siempre dormía de lado, viendo hacia él. Cada nuevo día eran sus besos los que la iban robando poco a poco del mundo de Morfeo, pero esa mañana no había nadie a su lado.

Estiró la mano apoyándola en donde debía descansar su cuerpo, como si no confiara en lo que sus adormilados ojos le devolvían.

Frío.

Se sentían frías las sábanas.

Él se había levantado más temprano que ella... o no había regresado la noche anterior.

Arrugó el ceño sentándose torpemente para tener un mejor ángulo de visión.

Las sábanas levemente revueltas, él era hombre ordenado, le tranquilizaron solo un poco. Había regresado, había descansado a su lado quizás. Pero ya no estaba.

Respiró hondo pasándose las manos por el rostro. Los ojos los sentía hinchados, ardiéndole los párpados al frotarlos. No pudo evitar llorar cuando quedó a solas en la cama, en esa hermosa habitación que esa noche se sintió desalmada en el tamaño y en soledad. El único consuelo que obtuvo fue el leer, no cualquier lectura, el libro que le había prestado Kakashi fue la única elección posible, la que le permitió olvidar aunque fuera por un rato ese opresivo sentir, reemplazando pensamientos.

Estiró la mano para tomarlo, había conciliado el sueño mientras leía, si lo soltaba se despertaba de inmediato por ello no le quedó otra opción que dejarlo entre sus manos para lograr descansar aunque sea un poco. Así que debía estar cerca, entre las sábanas...

Lo buscó por la cama palpando de un lado y luego del otro. Nada. Se asomó por el borde, en el suelo no estaba, debajo de la cama menos, tampoco sobre su mesa de noche. ¿Dónde...?

Y allí, cuando alzó el rostro, frente a ella, le sorprendió un pequeño sillón sobre el que posaba una prenda. La noche anterior no estaba en ese lugar y definitivamente ella no lo había acomodado ahí. Se levantó para acercarse, observando detenidamente la prenda, era el saco que vistió Seiyi para ir a su cena con Mio. Lo tomó llevándoselo a la nariz, más por instinto que otra cosa. El perfume del varón la invadió de inmediato, tan intenso y profundo, tan seductor. Hacia el final había otro, uno dulce, que no le gustó. Así olía Mio cuando pasó a su lado, empalagosa, invasiva... insoportable.

Maldijo por dentro, quiso enojarse aunque más le dolió que otra cosa, y eligió no pensarlo, no considerar lo que su instinto le gritaba en ese momento. No, no quería sentir eso, no lo elegía, no sería la víctima porque tampoco Seiyi le haría eso, no hubo señales que le alertaran, no hubo palabras no dichas que prefirió ignorar. Con Kakashi, sí. Él se había alejado, la trató diferente frío, evitándole con sutileza al principio, con obviedad después, hasta que lo descubriera.

Suspiró sorprendiéndose cuando sobre el almohadón del sillón reparó en el libro. Era evidente que Seiyi lo había dejado allí, quizás se lo retiró al advertir que le molestaría al dormir, o que ella podría lastimarse con su afilado lomo. Le asentó bien el gesto, aunque eligió seguir enojada. No quería que le doliera, no quería que sus pensamientos se desbocaran luego buscando en el presente excusas que le justificaran que el pasado volvía a repetirse, porque no era así. Se resistía a considerarlo.

Rápidamente fue hasta el baño, estaba hecho un desastre. Un toque del jutsu médico desinflamó los ojos, la crema de peinar y un leve maquillaje hicieron el resto. Con una liga, fijó los cabellos en una coleta alta luego de cepillarlos desarmando nudos, la mañana arrancaba pronto con una cirugía, se llevaría todo en el bolso grande para lucir presentable después.

La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora