No hubo un día después en el cual rehuir la mirada por pena, o buscar explicaciones forzadas que les permitieran seguir viéndose sin que nada cambiara entre ellos, luego de que se acercaran un poco más allá del decoro.
El nuevo día los golpeó a ambos, sobre todo a él, el hokage, con cientos de tareas. Shizune ni le permitiría beber su segundo café matutino, que ya lo tenía en las primeras reuniones para la organización de las jornadas de jefes de aldea, las cuales se habían convenientemente adelantado.
Ni hablar de los primeros reportes, demasiados prematuros para su gusto, que le enviara Seiyi desde sus espías, información que le obligó a programar reuniones a deshoras alejándolo de su objetivo primordial.
Él nunca había tenido problemas con el tan temido día después, menos en el caso de ellos en que todo lo sucedido había sido tan casto. En realidad, temía por Sakura y esa educación tan arcaica que habían grabado a fuego en ella. Necesitaba verla, conversar aunque sea unos minutos y saber cómo se sentía. No quería que la culpa o la vergüenza opacara ese dulce despertar al disfrute de su sexualidad que había podido observar. Y además, su libido demandaba aunque sea unos momentos a solas con ella, para devorar esos sonrojos aunque sea sin poder tocarla.
Pero le sería imposible. Ese y los días que le siguieron. Ni siquiera forzando excusas encontraba momentos para escaparse y verla. Y ya le estaba molestando.
El destino parecía estar confabulando en su contra. O tal vez a su favor, no llegaba a descubrirlo. Pero si algo era certero era que los días se le diluyeron de entre los dedos luego de aquella tarde en la que Sakura se deshiciera entre sus brazos y le brindara los mejores momentos que pudiera pedir.
Y sería de hipócritas no admitir las ganas enfermizas que tenía de repetirlo, aunque sabía que era mejor que todo quedara así, como un accidente fortuito que le regalara preciosos recuerdos para el futuro.
Pero, en el fondo, agradecía cómo se habían dado las cosas. Porque entendía que casi había cometido un error al intentar meterse en la vida de su ex alumna, como más que ese simple amigo que intentara ganarse algunos derechos, en ese improvisado y rebuscado experimento de expiar sus culpas del pasado. O acercarse peligrosamente a ella.
Procuraba no pensarlo demasiado, pero si algo había conseguido fue demostrar el punto en el que Seiyi insistiera tanto. Poco le costaría que ella fuera suya y reconocía que la idea lo tentaba, pero estaba convencido de que esa no era la mejor decisión que podía tomar para Sakura. Atarla a él sería peor que condenarla a una vida de soledad. Sin contar con lo que la gente de la aldea pudiera llegar a opinar dado sus pasados como maestro y alumna.
Y aunque el cansancio lo abrumaba al final de las extensas jornadas de las últimas semanas, en la mayoría de las noches le era imposible conciliar rápidamente el sueño. Cuando los recuerdos de esa tarde asaltaban sus pensamientos, su voluntad y sus anhelos eran tomados como simples rehenes manteniéndolo en vilo casi toda la madrugada, imaginando aquello que fácilmente podría ser pero que no debía ni siquiera considerar.
Así que si las cosas debían darse de esa forma, regida por los desencuentros, confiaba en que tal vez era lo mejor para ambos, que ella se desencantaría eventualmente y le facilitaría mantener la distancia, sobre todo ahora que sus demonios no descansaban clamando por más de lo que llegaron a saborear tan efímeramente.
Pero esa, sería otra jugarreta de su suerte. Porque cuando ya había desistido de insistir en un encuentro, fue su niña rosa quien comenzó a ir hacía él sin ocultar esa demandante necesidad de verlo. Y eso lo enloquecía. Porque si bien no hubo enfrentamientos ni explicaciones, la pelirosa no perdía oportunidad de pasar por su oficina invitándolo a entrenar o simplemente a beber té. Invitación que ni siquiera tenía que rehusar porque casi nunca lo encontraba en esos días.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...