Dedicado a mi preciosa
El espejo le devolvió la dura furia que reflejaban sus ojos contemplándose a través del cristal. Furia y cansancio que oscurecían las ojeras debajo, perdiéndose en el enrojecimiento de los párpados por el llanto que la acompañó gran parte de la noche.
—No vas a ser una víctima, no esta vez —la voz quebrada pero dura hizo eco en el diminuto y pulcro baño de su alcoba—, no lo fuiste y no lo eres.
Apretó el agarre de los dedos sobre la bacha acercándose a ese espejo, como si de esa forma increpara más a la niña que aún sufría en ese reflejo.
—No más, Sakura.
Y contuvo el aire en su nariz evitando el nuevo llanto que dolía en la garganta, y que se coló lentamente en esa lágrima solitaria que rodó abajo inadvertidamente.
Se quebró al fin cuando la amargura le tocó los labios, debiendo cortar ese contacto visual con ella misma para no avergonzarse.
Seguía sin entender qué había pasado la noche anterior. No le entendía a Kakashi y no podía dejar de repetirse a sí misma que algo debiera haberle sucedido, algo grave, y quería convencerse de que era externo, una amenaza o presiones o... ¡ya no sabía qué pensar! Pero se negaba a aceptar la pequeña vocecita maliciosa que desde su interior le decía que ya había acabado todo entre ellos, que aquello que siempre presintió era verdad, no los miedos de una joven enamorada, que al fin Kakashi sería un hombre más que pasaría de ella. Pero otra parte se resistía a esa idea, callando a la imbécil que no dejaba de repetir ese veneno, porque la historia que le contara Shizune cuando se sinceraron en un momento a solas en el hospital, le hablaba de otra realidad.
Ese hombre frío que le hizo el amor la noche anterior no era el mismo que veló por ella día y noche mientras yacía en esa cama. Que se olvidó de cargos y de formas, hasta de su propia integridad, en los días que cuidara por ella mientras estaba inconsciente y Tsunade no aparecía. Que le sostenía la mano y le acariciaba a costa de todos los juicios que le cayeron después por no haber cumplido sus funciones en pos de un inescrupuloso amorío con su ex pupila. Porque no ocultó ante nadie lo que ella significaba en su vida, ni siquiera ante Tsunade cuando al fin llegara.
Sabía lo que le tocaría a ella y esperaba que le cayera ni bien se enteraran de que ya estaba bien. Y nada había sucedido. Él se encargó tal como le dijera Shizune y Seiyi no le negara al preguntarle.
No, el Kakashi que la rechazó horas atrás escudándose detrás de ese cretino, no era el mismo que su amiga describía. Ni el que Seiyi le mostrara cuando escuetamente le explicara en la situación de guerra y personal en la que se encontraba el peliplata.
—¡No! —se dijo levantando la mirada dura nuevamente a ese reflejo. No creería ni un ápice a esa vocecita ni a ese pálpito. Ni a ese dolor que insistía en que se hiciera un bolita aceptando que su destino era correr a los hombres que amaba.
No. Eso no estaba bien.
Se secó con brusquedad la lágrima indiscreta, dispuesta a enfrentar el día ahora. Dispuesta a volver a su vida y a averiguar qué sucedía con Kakashi, que le sucedía a él. Aunque aquello debiera esperar a que regresara de ese viaje, porque escribirle no era una opción, más en la situación de guerra en la que se encontraba, cada mensaje que llegara al hokage sería controlado para evitar contiendas diplomáticas. No complicaría más al hokage por su ansiedad, por lo que la paciencia debería hacer parte de su vida hasta que él regresara. La paciencia y la templanza frente a esa vocecita que no se callaba, más allá de su determinación.
Se quitó con premura el camisón y la ropa interior, arrojándola al cesto de la ropa sucia antes de meterse a la ducha, que la golpeó con el agua fría antes de que se calentara al escurrir por los caños. Toda su ropa ahora olía a él, como toda ella. Y por primera vez en su vida, no quería oler a él. No a esa versión de él.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...