—Preciosa... —le susurró suavemente al oído, acariciándole el rostro con el dorso de los dedos para despertarla suavemente.
Sakura se había dormido otra vez entre sus brazos, apoyada en su hombro, esta vez en el auto durante el viaje de regreso a la aldea. Porque el día que había planificado para distraerla no terminó en el almuerzo. Cierto fue que la sobremesa se extendió por más de dos horas, en las que más de un café los acompañara mientras degustaban los postres a base de uvas que eran las recomendaciones del chef, resultando luego también los favoritos de la pelirrosa.
Hacia la mitad de la tarde las lloviznas habían cesado dando lugar a un cálido sol que entibiaba el ambiente, además de hacer relucir los viñedos por la humedad que aún no se evaporaba. Y a los cafés le siguió una caminata por las galerías hacia los sembrados, para luego descansar en el casco de la estancia de la familia Lauvuelle, a invitación de su dueño, amigo y socio del Hyuga. Esta se encontraba a más de treinta kilómetros del lugar, lo que les dejaba un viaje de una hora de regreso a Konoha, dado los sinuosos caminos entre los montes y campos.
La mirada de Sakura se tiñó de alegría en todo el día, Seiyi no permitiría otra cosa, y cuando la calma los invadía de a momentos dando lugar a los recuerdos, un sutil coqueteo la tenía sonrojada y atenta a él, porque no permitiría que los actos de otro hombre la lastimaran nuevamente. Kakashi sería el último que la hiciera sufrir.
—Mmm —se quejó frunciendo el ceño ante la molestia. Se encontraba demasiado a gusto entre esos brazos, siendo las vibraciones del auto en movimiento el relajante muscular que le terminaron de invocar al sueño.
—Estamos llegando.
—¿A dónde...?
Él carcajeó suavemente.
—Abre los ojos... es tu casa.
Ella pestañeó, luego frunció el ceño somnolienta, moviendo la cabeza. Se sentía confundida.
—¿Qué? —miró hacia la ventanilla tratando de interpretar en donde estaba—. Ou...si, yo... me dormí —se incorporó lentamente en el asiento mientras Seiyi quitaba el brazo que le rodeaba— ,perdón...¿te incomodé?
—¿Incomodarme? Fue un placer tenerte en mis brazos.
Ella le sonrió. Él hacía lo mismo. Y en ese momento fue ver la luz del pórtico de su casa antes de que el vehículo frenara, para que la alegría que la cubría se opacara.
El día había terminado y debería regresar a la rutina, a su casa vacía, a esa soledad que jamás le molestó pero que ahora amenazaba fría y despiadada esperándola, para obligarla a enfrentar otra vez la realidad. Porque ese día junto a Seiyi había sido un sueño, él se había encargado perfectamente de ello, y giró para verlo constatando que aún siguiera allí a su lado, que él siguiera siendo real. La sonrisa calma con la que le recibió el varón mientras la observaba atentamente, le llenó de calidez y de ganas de no dejarlo ir. ¿Estaba bien retenerlo con ella para no recordar? No lo sabía, la única certeza que en esos instantes era clara era que no se sentía lo suficientemente fuerte para soportar ese dolor, Seiyi le había demostrado que de su mano todo era mejor, y sabía que sería tan fácil solo pedírselo, que se vio tentada a invitarlo a quedarse.
—¿Sucede algo, preciosa?
—Eh...no, no —bajó la mirada en ese instante, se sentía egoísta y desubicada al siquiera considerarlo, y no quería que él lo leyera— ,sólo...estoy cansada.
Tomó su abrigo, el que completaba el atuendo, el bolso a juego y las flores que Seiyi le regalara cuando esa niña pequeña se acercara en el viñedo, vendiendo los arreglos que había logrado armar con la escasas flores de la estación.
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La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]
RomanceDesde que Sakura se convirtiera en su alumna, nunca le fue indiferente. Había algo distinto en ella que lo cautivaba y que lo llevó a bregar por su bienestar toda la vida. Hasta que un suceso lo obligó a utilizar otras formas menos convencionales d...