⚡️ Desconocidos ⚡️

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Después de realizar el pago con mi tarjeta de crédito, Gavin borra toda información de nosotros de la Deep Web. El usuario desconocido nos ha entregado un mapa virtual y un punto de encuentro para vernos en La Calle 50 (la estación del metro) en la línea de la Octava Avenida a las ocho de la noche. Según lo que nos dijo, el fin de semana será una de las carreras y ese mismo día nos encontraremos para que nos lleve al lugar.

Paso los días con Gavin buscando más información en la Deep Web y por las noches me acompaña a un circuito donde practico con mi moto para estar preparada para lo que me espera dentro de poco. Mientras estoy en mi moto, la cara de Colin me pasa por la mente, la forma en que entrecerraba los ojos cuando sonreía, su cabello despeinado cada que vez se sacaba el caso cuando terminaba una carrera. Cosas tan pequeñas que me duelen como si me quemaran el pecho con hierro a fuego vivo. Presiono más el acelerador y me inclino un poco hacia adelante para cortar el aire. Mi moto sale como un rayo por el circuito, mientras mis lágrimas van saliendo. ¿Por qué? ¿Por qué a ti, Colin? Presiono más fuerte el acelerador hasta la máxima potencia, los pensamientos en mi cabeza no paran, los recuerdos vienen uno tras otro. Quiero que esto acabe. Quiero que estés aquí conmigo.

—Tarah —la voz de Gavin por el intercomunicador interrumpe mis pensamientos—. Creo que fue suficiente por hoy.

Sigo acelerando.

—Aún no —contesto cortante.

—Creo que es momento de irnos —su voz es casi un susurro—. El toque de queda ya empezará y si nos intervienen, puede que pasemos como mínimo un mes en la cárcel por incumplir las leyes y no podremos ir a Los Sótanos.

Mi mirada sigue fija hacia adelante. Una curva se acerca.

—¿Un mes en la cárcel? —intento soltar una risa sarcástica, pero me sale una como un sollozo porque ya tengo lágrimas en mis mejillas—. Ya la vida no tiene mucho sentido.

Silencio.

—Te entiendo —dice. Hace una pausa. Puedo escuchar que suelta un suspiro—. No quiero poner en riesgo a mi familia.

Cuando dice eso, mis dedos aflojan y voy soltando el acelerador, relajo los músculos de la cara y parpadeo. La velocidad va disminuyendo hasta que me detengo justo donde Gavin está parado esperándome. Me quito el caso y cuando lo hago, me limpio las lágrimas. Lo miro y asiento. Entiendo lo que me dice. Cuando tú rompes una de las leyes en Las Américas, no solo tú cargas con el peso de la infracción, sino que tu familia también paga tus acciones. Esto se debe a que, el gobierno cree que todos somos producto de la educación que nos dan en el hogar. Si tú haces cosas buenas, quiere decir que tu familia te educó correctamente con valores sólidos y una formación similar a la militar. Por el contrario, si una persona desobedece las leyes o comete alguna infracción va a la cárcel y su familia también por no educarlo como un ciudadano ejemplar y digno de Las Américas.

Lo he visto, con mis vecinos del edificio donde vivo. El hijo menor de una familia de cuatro integrantes, rompió una ventana del vecino del edificio del frente y las fuerzas del orden lo arrastró hacia la patrulla a él y toda su familia. No importa si eres un niño, joven, adulto o anciano, debes ser un ciudadano ejemplar, sino no eres útil para la sociedad.

—Vamos —le digo a Gavin.

Él asiente. Se sube a mi moto y manejo rumbo a mi departamento.

OOO

Llega el día del encuentro. Son las siete de la noche y salimos rumbo a La Calle 50. Aún faltan un par de días para cumplir mi cuarentena, pero no me quedaré en casa esperando que alguien me dé respuestas que yo misma debo buscar. Vamos en un taxi hacia la estación el metro. Llevo puesto un pantalón, botas y una chaqueta negra. Me dejo el cabello suelto y en la muñeca derecha me coloco la pulsera de Colin.

El traidor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora