⚡️ La persecución ⚡️

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Malcom, Gavin y yo hemos subido a la azotea del edificio. Parece una mala idea, pero según él, si es que vienen ahora a registrar nuestro departamento, quizás nos libremos de esta por ahora.

Cuando veo a Gavin siento una oleada de culpa por lo que le puede pasar. Él aun no sabe que ya nos descubrieron y que, tal vez, ya saben de su existencia. Además, si algo quieren saber de mí, será más fácil haciéndole daño a él. Le he dicho a Malcom que me ayude a llevarlo arriba, pero me ha comentado que la entrada y salida desde Los Sótanos hacia arriba es una estructura dinámica, que lo mueven de un lado a otro para que nadie sepa la ubicación real. Y que desde arriba hacia Los Sótanos hay diez entradas que son aperturadas según las indicaciones de su padre. Cuando alguien encuentra el primer ascensor desde arriba, llega hasta el siguiente nivel y toma uno de los diez ascensores que están distribuidos por todo Nueva York y que solo uno de ellos conecta con Los Sótanos. Para llegar a Los Sótanos, se toma el camino dinámico establecido ese día. Es por eso que, cuando Elthon nos trajo, hicimos una pausa para tomar el segundo ascensor, ese era el camino dinámico aperturado aquel día, y cuando Elthon regresó para ayudarme a buscar el Turbo Neón, demoró más de la cuenta porque seguro el camino dinámico aperturado ese día estaba más lejos que la primera vez.

Estamos sentados en el borde con las piernas al vacío. El viento me azota los cabellos, el frío acá es peor. Ahora que veo con atención el techo de Los Sótanos, tienen la simulación de un cielo estrellado. En el día la luz de un sol artificial también nos alumbra. A lo lejos, los demás edificios se levantan uno tras otro hasta que la oscuridad lo llena todo.

—¿Cómo es que tienen esa tecnología? —le pregunto.

Malcom deja de mirar a Gavin que está entretenido en su laptop buscando información sobre la ubicación exacta de Los Sótanos.

—Es tecnología sacada de la Deep Web.

—Pero eso debe ser costoso. No creo que solo las drogas cubran todos esos gastos.

Él me mira y sonríe.

—Eres astuta. Cómo se nota que no eres de acá. La mayoría de las mujeres de aquí solo se preocupan por operarse, por lucir siempre bellas y tener los mejores senos o culos para los narcotraficantes, pero sus cabezas están vacías y su alma también —hace una mueca con la boca—. ¿A qué te dedicas arriba?

Me muevo incómoda. No quiero decirle nada de mi vida porque si menos información tiene de mí, mejor será desparecer cuando todo esto se resuelva. Al ver que no respondo, él toma la palabra.

—Mi padre es el narcotraficante más importante de aquí —susurra. Su mirada se pierde en algún punto del firmamento falso—. Este mundo, la verdad, me parece vacío, sin embargo, soy el primogénito y debo seguirle los pasos quiera o no quiera. De mi depende la continuación del imperio de mi familia.

Siento un poco de pena por él, pero agarro con fuerza mi razón de ser. Debes buscar al asesino de tu hermano. Al fin se abre una grieta por donde entro con facilidad.

—¿Y tú no quieres?

—No tengo otra alternativa.

—Siempre hay otra alternativa, aunque supongo que en tu caso es complicado. ¿Y tu madre qué piensa de eso?

Él baja la mirada y se agarra la cintura en donde tiene la herida. Sigue mirando el cielo artificial e ignora mi pregunta. No puedo dejar que la conversación muera ahora, así que suelto un poco de mi información. Pienso en decirle mentiras, pero si lo hago, tal vez él se dé cuenta y cierre su grieta, así que decido decirle la verdad, aunque sí o sí debo dejar a mi hermano fuera de la ecuación para que todo cuadre desde la primera vez que hablamos. Pensar en olvidar o borrar a Colin de mi historia, me entristece.

El traidor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora