⚡️ El niño asustado ⚡️

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Me despierto con el sonido de la electricidad haciendo chispas. La luz que entra por la ventana de la minivan me molesta y me tapo la cara con una mano.

Estoy en la cama de Malcom. Cierro los ojos y un recuerdo fugaz aparece en mi mente y me muestra a Malcom y yo desnudos, haciéndonos uno solo. Al abrirlos, él está a mi lado acostado desnudo. Solo una sábana blanca de seda le cubre desde el ombligo hasta sus muslos. Verlo así, me provoca cierta timidez que antes no le tenía y que ahora he desarrollado. Me molesta eso porque no suele ser así, sin embargo, él tiene ese poder sobre mí.

Sus músculos son tonificados, sus piernas largas y fuertes. Ahora que lo veo ahí estirado, caigo en cuenta de lo alto que es. Tal vez, debe medir un metro ochenta y ocho o por ahí, porque cuando lo veía al lado de Gavin, quien mide un metro ochenta, Malcom se veía más alto.

Mis pensamientos desaparecen al instante cuando me doy cuenta que pensé en presente. Me llega la imagen de mi mejor amigo con sus manos llenas de sangre por los proyectiles que yo disparé.

Bajo la mirada, me levanto y me empiezo a vestir. Me asomo por la ventana y veo la oscuridad llenando hasta el último rincón. Si Gavin no hubiese muerto, tal vez estaría ahora con él investigando quién mató a Colin. Estuviera haciendo lo que debería hacer.

Un repentino mareo corta con el hilo de mis pensamientos. Supongo que es por la droga de ayer.

—¿Te vas? —la voz de Malcom me congela.

Me vuelvo para verlo. Él me mira mientras envuelve la sábana en su cintura.

—Sí —contesto.

Termino de cambiarme y camino hacia la puerta.

—¿Cómo?

Frunzo el ceño.

—¿Qué?

—Te pregunto ¿cómo te vas a ir si no traes moto?

Me doy un golpecito en la frente al recordar ese detalle.

—Me cambio y te llevo —dice.

Asiento en señal de afirmación, mientras lo espero afuera.

Estoy parada esperando y veo pasar a un ave por encima de mi cabeza.

Minutos más tarde, Malcom sale. Agarra su moto y la revisa.

—Necesito cambiar un neumático. ¿Me das unos minutos? —me pregunta.

Suelto un suspiro de molestia.

—No me queda de otra.

Él levanta las cejas y camina hacia mí.

—¿Por qué estás así? —me pregunta mirándome fijamente a los ojos.

—Nada.

—¿Tan mal lo hice que estás molesta?

Hago una mueca de confusión.

—¿Qué? ¿Necesitas de mi aprobación?

—No. Pero al menos pensé que te levantarías con un mejor humor —hace una pausa, me da la espalda y se toma de los cabellos—. Si estás así porque ayer te drogué, te pido perdón.

Lo miro.

Me deja confundida sus palabras. Él no es el típico chico que pide perdón cuando se equivoca.

Quiero decirle que todo lo que hicimos ayer fue perfecto, que las cosas que me dijo calaron fondo, que tocar su piel es algo que deseaba desde que lo conocí, pero no puedo. Hay un aura oscura sobre Malcom que me da miedo, que me grita que me aleje de él porque me hará daño, que es malo para mí como el veneno de una serpiente, que él es el hijo del que posiblemente mandó a matar a mi hermano.

El traidor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora