⚡️El producto final⚡️

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Rafael y yo bajamos por los balcones sin que nadie note nuestra presencia, luego, vamos hacia la cochera, encendemos nuestras motos y salimos despacio para no hacer ruido.

Una vez lejos, aprieto el acelerador y seguimos a los vehículos. Aunque ya se nos han perdido de la vista, sabemos cuál es su destino, y para evitar cometer un error, Rafael va verificando las huellas en el asfalto y los posibles caminos que han tomado.

Las calles están casi vacías, a excepción de algunas personas ebrias que llevan puestas los colores rojo neón mientras cantan y celebran en las esquinas o en algún bar de mala muerte. En algunos muros también veo la cara de Malcom hecha a grafiti, los colores rojo neón están por varios lados, pero eso no es lo que me sorprende, sino que el hecho de que el amarillo neón, o sea mi color, predomine más que el de Malcom. El amarillo está en las paredes, en las camisetas de los fanáticos, en las banderas que flamean en los techos de las casas, en cintas amarradas en las muñecas de varias personas que caminan por las calles, incluso en el cabello recién pintado de algunas chicas.

En una de las calles por la que pasamos, hay dos artistas callejeros que pintan mi rostro con un fondo de rayos amarillos en grafiti.

En resumen, está por todos lados.

¿Cómo lo hicieron tan rápido? ¿Por qué yo? Si quedé en tercer lugar. ¿Acaso era verdad lo que dijo Ovax? La gente me ve como una inspiración.

Pues se están equivocando. Yo seré su verdugo.

Una vez que capture a Malcom y vaya a arriba, reportaré Los Sótanos y el FBI. La CIA junto a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos me ayudarán. Ser hija de un comandante me dará cierta visibilidad.

Seguimos avanzando hasta que salimos de la ciudad de metal. La oscuridad empieza a envolvernos como una tela gigantesca.

—Apaga tus luces —me grita Rafael desde su moto.

Hemos decidido no utilizar los intercomunicadores que nos dió Ovax porque pueden guardar las conversaciones o tener GPS.

—Está bien.

Desactivo todas las luces de mi vehículo y abro más los ojos.

Cuando estamos llegando, vemos los dos vehículos estacionados a un lado. Bajan dos soldados de cada uno y los conductores, siguen su rumbo hasta perderse más allá. Estacionamos nuestras motos y las dejamos en el suelo para pasar desapercibidos.

Seguimos avanzando casi arrastrandonos por la tierra y los escombros para estar más cerca de ellos. Dos de los soldados llevan un maletín adherido a la espalda. Los otros dos tienen sus armas en mano y vigilan por doquier.

—Izquierda —susurra en una orden Rafael.

Me desplazo con cuidado, él me sigue de cerca.

Vuelve a hablar.

—Ellos están esperando el tren para brincar. Es más que seguro que lo hagan a menos de la mitad, eso nos dará el tiempo suficiente para que corramos y brinquemos nosotros también sin que ellos noten nuestra presencia, pues estarán dándonos las espaldas porque lo que necesitan es ir hacia los primeros vagones. Ya los he visto.

Los primeros vagones.

Recuerdo lo que vi en los vagones que revisé aquella noche.

—¿Sabes lo que hay en los primeros vagones del tren? —le pregunto.

Él niega con la cabeza.

—Hay drones militares —digo. Me mira frunciendo el ceño—. Los he visto. Son muchos. Los primeros vagones están repletos de ellos.

El traidor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora