⚡️El virus⚡️

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Rafael se levanta con torpeza y me mira.

—Es por eso que se me hacía difícil recordar —comenta—. Mis recuerdos verdaderos estaban enterrados en los recuerdos falsos.

Me quedo quieta escuchándolo y recordando las veces que dejé solo a Rafael con Ovax; momentos perfectos en los que le inyectaba los recuerdos falsos. Además, pude notar una grieta en el relato que me contó Rafael cuando él y mi hermano huyeron después de que Colin robó el dispositivo. Me dijo que Colin le pidió que huyera, mientras que él se enfrentaba a quienes los perseguían, pero Colin se quedó con el dispositivo. Lo lógico debió ser, que mi hermano le diera el dispositivo a Rafael para que lo proteja, huya y lo lleve a arriba por lo peligroso que era, y no quedarselo para que lo atraparan con algo que le costó tanto robar.

—Ovax y Elthon nos manipularon. Son unos malditos —digo entre dientes. La parte de las sienes me empieza a arder.

—Aprovecharon que no conocemos del todo este lugar y las cosas que tiene aquí. Ese maldito de Elthon tiene una deuda conmigo, no solo por lo que le hizo a tu hermano, sino porque me usó como si fuera su títere.

Siento que mi respiración se agita al recordar a Colin en la morgue del FBI, su cremación, todo lo que pasó aquí, la forma en la que arrastré a Gavin conmigo, su muerte y lo sola que me quedé.

—Lo haré pagar por eso.

—Tenemos que huir de aquí y buscar la forma de ir a arriba...

—¡No! —digo. Rafael me mira—. Quiero a Elthon. Lo voy a llevar a arriba.

—Tarah, las cosas han empeorado...

—Quiero llevarlo a arriba —siento que hay lágrimas a punto de salir de mis ojos; que tengo un nudo en la garganta al pensar en las mentiras y manipulaciones—. Yo vine por el asesino de mi hermano, y lo voy a llevar conmigo.

Rafael guarda silencio por unos segundos, luego asiente. Sabe lo testaruda que soy y lo necia, así que, para no perder más el tiempo, me apoya. Creo que en el fondo él también lo desea.

—Y, ¿cómo haremos para capturarlo?

Bajo la mirada y veo la esfera flotando en la caja de cristal.

—Tengo algo que quiere y estoy segura que vendrá por él —digo.

El sonido de una alarma interrumpe la avalancha de pensamientos. La habitación se tiñe de una luz roja intermitente. Afuera, se escuchan pasos corriendo hacia nosotros.

—¡Tenemos que largarnos! —grita Rafael.

Corremos hacia el conducto de aire acondicionado por el que entró, y coloca sus manos juntas para que yo las use como apoyo y pueda brincar hacia arriba.

—¡Apresúrate! —me ordena.

Retrocedo unos pasos, emprendo una carrera hacia él y apoyo mi pierna derecha en sus manos. Él impulsa con fuerza hacia arriba y brinco con las manos estiradas. Me agarro del borde del conducto y me sostengo. Lanzo con cuidado hacia adentro la caja de cristal y me agarro con más facilidad. Después de hacer unos breves esfuerzos, logro subir y recupero la caja. Abajo, Rafael está moviendo una mesa de madera justo debajo del conducto. En ese instante, empiezan a golpear la puerta del laboratorio. Por instinto, ambos nos volvemos para mirar, pero Rafael quita la mirada al instante y sube a la mesa, luego se trepa hacia el conducto, justo en el momento en que la puerta explota y llena de humo negro la habitación.

—¡Avanza! ¡Avanza! —me dice.

Voy a gatas por el conducto. El metal está frío y siento que me empiezan a temblar los dientes al contacto. Rafael viene detrás a un buen ritmo, tanto que me obliga a acelerar el paso, pero delante de mí aparece un haz de luz que corta el conducto. Siento el vacío cuando el pedazo del conducto en el que estamos, se desprende del techo y cae estrepitosamente al suelo. Me golpeo los hombros y la espalda.

El traidor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora