⚡️ La niña aún no se ha ido ⚡️

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Mientras el ascensor nos lleva al piso cinco, agarro mi pistola y le quito el seguro. Activo el silenciador. Cuando bajo la mirada, veo a los dos mafiosos en el suelo. La imagen del hombre que maté en el callejón ronda en mi cabeza. Cierro los ojos con fuerza, luego me miro las manos. ¿Soy la misma Tarah de hace unos días? Creo que no. este lugar me ha cambiado, tanto así que me he convertido en una asesina.

El sonido de las puertas abriéndose me saca de mi ensimismamiento.

Elthon y yo nos asomamos; los pasillos están vacíos. Antes de salir verificamos el mapa virtual para ver con exactitud por donde debemos seguir. Una vez memorizado el trayecto, salimos con las armas por delante.

Seguimos hasta que encontramos la puerta donde está el laboratorio.

—Hemos llegado —susurra Elthon por su intercomunicador —. Desactivar puerta. Piso cinco.

Esperamos unos segundos y la luz roja del panel que hay en la puerta, cambia a verde y una línea verde neón se desplaza por el marco de abajo hacia arriba.

Elthon empuja con cuidado y entramos.

El cuarto es amplio, tiene varias mesas de metal llenos de tubos de ensayo, microscopios, lápices y papeles. Alrededor hay varios compartimientos de metal y cristal que guardan varias sustancias en botellas de pico ancho. Hay muchísimas separadas por colores neón. En la parte superior de leen los nombres de las sustancias.

—Busca alguna que diga Antídoto SN o Triaca SN —me pide Elthon.

Él va hacia la derecha y yo en sentido opuesto. Sigo buscando, pero no hay ninguno que tenga esa leyenda. Ingreso a otra área y hay más compartimientos llenos de botellas con más sustancias. Sigo buscando.

Al final de uno de los compartimientos, veo una bota en el suelo. Se me dispara la adrenalina y el miedo a partes iguales. Giro para llamar a Elthon, pero él está en la otra área. Agarro con más fuerza mi arma y camino con cuidado, midiendo cada paso que doy.

Cuando llego al final, lo veo. Es Elthon.

¡No puede ser! ¡Si hace un momento nos hemos separado!

Me vuelvo apuntando hacia atrás y un golpe en el brazo me hace soltar el arma. Un grito ahogado sale acompañado de un inesperado movimiento de defensa. Lanzo un puñetazo a mi atacante y le doy en la cara. Solo veo un manchurrón negro. Se mueve muy veloz. Me agarra por el cuello y me arrastra dos pasos hacia adelante y me lanza hacia el suelo. Un recuerdo destella en mi cabeza: veo a mi padre agarrarme del cuello y del cabello y arrastrarme hacia dentro de la casa, me lanza al suelo y me corto la mano con un plato roto que él había tirado cuando me estaba golpeando.

El recuerdo se difumina y vuelvo a la realidad.

Caigo de frente, siento que la cicatriz en mi mano me palpita recordándome al tirano de mi padre. Ruedo por el suelo y me meto debajo de uno de los compartimientos hasta que salgo por el otro lado. Mi atacante camina tranquilo para encontrarme en la otra área, así que saco una de las cuchillas y corro hacia el otro extremo para llevarlo lo más lejos posible de Elthon. Justo cuando él llega a donde estoy, yo avanzo a la otra área. Me escondo detrás de otro compartimiento y lo espero. Puedo escuchar el ritmo pulsante de mi corazón, sus pasos lentos y tranquilos.

¡Espera!

Hay alguien más.

Logro escuchar otros pasos más. Hay dos personas que me están acechando, pero solo una está cerca a mí. Cuando ya lo tengo cerca, salto hacia él con la cuchilla por delante. Él me sujeta los brazos y me lanza al suelo. Ruedo golpeándome los codos y las rodillas. Cuando me levanto, mi padre me mira con ojos furiosos.

¿Qué? ¿Mi padre?

Las piernas me empiezan a temblar. No puedo articular ni una sola palabra por el miedo de tenerlo frente a mí.

—Eres una niña mala —escupe. Su voz es un grupo de cuchillas que me cortan el corazón—. Yo te voy a enseñar a obedecerme.

Voy retrocediendo muy lento, me encojo un poco más. Siento que mi sombra se hace más pequeña, que vuelvo a ser la niña que siempre maltrató.

—De.. déjame —susurro.

Tengo lágrimas a punto de salir.

Él se acerca con paso seguro, sus botas en el suelo suenan igual como en nuestra casa en California. Mientras camina, se saca el cinturón y lo deja colgando de su mano.

—Eres testaruda, impulsiva. Yo te voy a enseñar modales —dice con rabia.

—No me pegues, por favor —suplico.

Levanta el brazo y lanza el cinturón hacia mis piernas. El movimiento es tan rápido y estoy casi congelada, que no me da tiempo de reaccionar. El cinturón se envuelve en mi pierna y tira con fuerza. Caigo de espaldas al suelo. Cierro los ojos por el golpe. Cuando los abro, estoy en mi casa de California.

—Me avergüenzas. Tú y el estúpido de tu hermano me avergüenzan —dice.

Me voy arrastrando para estar más lejos de él, pero no lo dejo de mirar.

—Déjame papá, por favor.

—Mataste a un hombre por tu impulsividad, arruinaste todo.

—Ya no lo volveré hacer, pero déjame.

Mi padre camina con más decisión y levanta el cinturón. Yo me cubro con las manos, y antes de que me golpee, Elthon se interpone y me cubre. Mi padre se vuelve un polvo oscuro y desaparece.

Cuando abro los ojos, seguimos en el laboratorio.

Elthon me ayuda a levantarme y mira a alrededor.

—¿Qué pasó? —le pregunto.

—Tranquila. Al parecer el laboratorio emitió un mecanismo de defensa y nos intoxicó con un suero alucinógeno.

—Pero... fue muy real —susurro.

Él hace una mueca con la boca y baja la mirada.

—Lo sé —. Lo miro, pero él no agrega nada más.

—¿Lo encontraste? —le pregunto para cambiar de tema.

Levanta la mano y me enseña una botella cuya sustancia es negro neón.

—Aquí está. Es hora de regresar.

 Es hora de regresar

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El traidor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora