Capítulo 2

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Abigail

—¿Qué? —pestañeé repetitivamente mientras mi mente procesaba lo que acababa de escuchar.

¿Este loco de dónde salió?

Miré alrededor intentando encontrar una respuesta a esta estúpida situación. La sala estaba a penas iluminada por lo que no pude encontrar el lugar por donde había entrado acaso seguridad estaba bobeando ¿Cómo lo dejaron entrar?

—Que no me estaba refiriendo a ti, sino a la pintura. De lo contrario hubiera dicho "Una obra de arte admirado a otra".

El enojo comenzaba a correr por mis venas.

—¿Quién eres?

—¿Tan rápido quieres saber mi nombre? ¿No crees que eso le quita lo interesante a el inicio de nuestra relación?

Da un paso hacia la luz dado lugar a que pudiera presenciar su rostro para luego guiñarme el ojo como todo un Don Juan.

En serio acaba de guiñarme el ojo ¿Este idiota que se cree?

⚠Alerta de egocéntrico activada⚠

Camina más cerca y entonces me doy cuenta de algo.

¡Oh no! Ya había visto ese rostro en algún lado.

Mi mente comenzó a viajar por un recuerdo, deteniéndose unas horas antes. El recuerdo de los tres hombres que veíamos un rato atrás saltó en mi memoria, y su rostro apareció.

¡Es él!

El mismo hombre que veía mi pintura, ahora estaba frente a mi comportándose como un hombre de las cavernas.

Recordé la imagen de sus ojos, como un azul, pero con un tono grisáceo que miraban con detenimiento cada detalle del cuadro, por más pequeño que fuera. Una mirada surrealista incitando a viajar a lo más profundo de la historia que esconden tantas luces y sombras, las que cubren mi oscuro corazón.

Nunca podré sacar esa imagen de mi cabeza, la he rebobinado una y otra vez intentando averiguar sus pensamientos a través de su intensa mirada.

—¿No me dirás quién eres? —lo miré desafiante retomando mi compostura.

—¿Tanto quieres saber de mí? —cuestionó con una ceja alzada, acercándose demasiado a mi rostro—, ¿Por eso me mirabas hace rato?

—No te estaba mirando.

»—¿Te vas a atrever a negarlo?

Al no hablar se tomó mi silencio como una afirmación.

—Por supuesto, no lo puedes negar. —da un paso al frente y yo retrocedo por inercia.

—Primero, respeta mi espacio personal —con la palma de mi mano lo alejé un poco—. Para continuar, yo nunca me enamoraría de un egocéntrico como tú, primero me volvería loca. —aunque eso lo pongo en duda, creo que un poco loca ya estoy.

»—Por último, yo no te estaba mirando ¿Lo entendiste o te lo deletreo?

—Primero —se acercó a mí mandando a la mierda mi espacio personal—, ¿Quién no quisiera estar cerca de mí? —se señaló con el ego por el cielo, no, por el espacio—. En segundo lugar, dentro de poco estarás loquita por mí y, por último, es malo decir mentiras, sentía tu mirada clavada en mí, pero no tengas vergüenza, yo también te estaba mirando.

—¿Eres tonto? —evadí su respuesta—, ya dime quien eres o llamaré a seguridad —amenacé, pero él se lo tomó como burla riéndose de mí.

—¡Huy!, la gatita sacó las garras —me molestó—. Muy bien gatita hagamos un trato.

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