Capítulo 40

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Abigail

—Señorita, ¿Ya terminó? —se escucha la voz de la vendedora después de un par de golpes.

—Eh —carraspeo, ya que mi voz se nota afectada—. Ya casi termino, salgo en un momento.

—Está bien. —luego escuchamos sus pisadas alejarse.

Unos segundos después ya no escucho sus pasos lo que me permito quitar la mirada de la puerta y devolverla a Edward.

Este sigue presionándome contra la pared, sus brazos siguen sujetándome y su cuerpo sigue colisionado con el mío.

Me detengo en su rostro. Su mirada irradia enojo, los músculos que conforman su cara están tensos y su ceño esta fruncido. Su enojo me hace reír.

—Claro, tu ríete, pero después no eres quien aguanta esto. —dice apuntando con un dedo su entrepierna abultada.

—No es mi culpa que siempre nos interrumpan. —me defiendo.

—Y mía tampoco —exclama frustrado—. Eso no impide que siempre termine con una erección.

—E..eh. —balbuceo nervioso.

—Huy, ¿mencioné una palabra demasiada adulta para la gatita? —se burla.

Entrecerré los ojos en su dirección, en ese momento recuerdo los movimientos que aprendí de defensa personal y una maléfica adorna mis labios.

—¿En qué piensas? —me pregunta Edward con una expresión de confusión.

Pero mi respuesta no llega ya que intento hacer uno de esos movimientos que aprendí. El cual consiste en colocar una pierna tras la suya, y golpearla para así debilitarla y lograr que caiga, pero como tengo tan mala suerte no funciona.

En vez de derribarlo lo que provoco es que mi rodilla lo golpee y no en cualquier parte de su cuerpo, lo golpee en su entrepierna.

—¡Aaaaaaah! —el grito no tarda en llegar.

—¿Estás bien? —me acerco a él preocupada.

—Ay, ay, ay. —en lugar de responderme comienza a caminar de un lado a otro con sus manos en su parte íntima.

—Perdón. —suplico acercándome a él, pero me aleja.

—Espera. —logra decir con un jadeo de dolor.

—Pero dime si estás bien. —doy un paso hacia él y esta vez no me aleja.

—Estoy bien. —aclara al ver mi expresión de preocupación.

—Pero te duele.

—Claro que duele, si me pegaste fuerte. —su intento de burla me hace sentir mal.

—Lo siento, de verdad no quería golpearte, pero la pierna se me fue hacia atrás y te golpee, perro fue sin querer, lo prometo. En verdad no quería y... —mi disculpa se ve interrumpida por un brazo que me rodea.

—Estoy bien gatita, no te preocupes. —me estrecha contra él con un solo brazo ya que otro reposa en la zona afectada.

—¿No te hice mucho daño? —mi mano se coloca encima de la suya y una mueca se forma en sus labios, aunque apenas lo haya tocado.

—No es nada, de verdad —esta vez me abraza con ambos brazos—. Además, si no puedo tener hijos contigo será tu culpa.

—Tonto. —ignoro que prácticamente me ha dicho que quiere tener hijos conmigo.

—Ya sé porque me golpeaste la entrepierna —dice llamando mi atención—, para que se me bajara la erección. Pero para la próxima no tienes que ser tan violenta.

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