Luces y sombras ✓

Capítulo 25

Abigail

—¿Edward?

—Hola gatita.

En sus labios se formó una hermosa sonrisa que hizo que mis piernas se debilitaran.

—¿Qué haces aquí? —la sonrisa se borró de sus labios al notar el claro enfado en mi voz.

—¿Estás enfadada? —me miró como niño pequeño regañado.

 No hombre, estoy tan feliz de verte que brinco en una pierna.

—No preguntes lo obvio y responde lo que te pregunté. —lo asesiné con una mirada.

—Creo entender que la exposición está abierta a todo público ¿No? —sonrió de forma dulce.

—Deja la ironía que no estoy de humor. —me miró extrañado, seguramente se estaba preguntando porque lo trataba así.

—Nunca te había visto así de enojada.

—Nunca me has visto así —me acerqué a él y pronuncié cada palabra con detenimiento—, porque no me conoces.

Su rostro mostró una expresión de dolor que casi hizo retractarme, pero recordé que se había ido sin siquiera despedirse así que merecía hacerlo sufrir un poquito.

—¿Por qué estás tan enfadada conmigo?

—No sé, quizás porque te fuiste y no te despediste de mi. Además de que me enteré por Danna quien por cierto es un peligro para la sociedad. A todo esto, súmale que por tu culpa no había tenido inspiración. —hablé con tanta rapidez que él me miró con cautela para procesar todo lo que había dicho.

—Per...

—Lo entendiste o te lo explico con manzanitas —lo interrumpí con una sonrisa burlona.

—¿No tienes inspiración? —preguntó perdido.

—De todo lo que te dije eso fue lo que captaste —reí incrédula.

—Es de lo más importante que dijiste, entonces como es eso de que no tienes inspiración si en la propaganda de la exposición decía algo sobre un nuevo cuadro y...

Esta vez no fui yo quien lo detuve, él solito dejo de hablar cuando fijó su mirada en una de mis obras, una que estaba iluminada más que las demás. Ya que era la protagonista de esta noche.

—Es... eso... mis...

Comenzó a hablar, pero no terminaba la oración. Balbuceaba sin sentido incapaz de entender lo que veían sus ojos.

—Esa es mi nueva obra. —le dudosa esperado una burla de su parte, la cual nunca llegó.

—Esos son...

—Unos ojos azules, con tonos grises. —completé por él.

Aunque sabía muy bien que eso no es lo que quería decir, pero no podía admitir que esos eran sus ojos. Por un lado, estaba yo la romántica que quería decirle la verdad, pero al otro lado estaba la mujer fuerte que había construido todos estos años quien quería hacerlo sufrir un poco más.

 —Gatita —fijé mi mirada en su rostro el cual tenía una sonrisa de suficiencia.

 —¿Sí?

Asentí, aunque muy en el fondo sabía lo que me iba a preguntar.

—Los ojos en tu pintura —la apuntó con un dedo— ¿Son los míos?

—No. —los nervios en mi voz me delataron, pero aun así seguí firme en cuanto a no mostrarle la verdad.