Capítulo 38

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Abigail

—¿Gatita?

Siento un murmullo lejano. Según el mote que me dice, sé que pertenece a Edward. Aun así, mi cuerpo está demasiado exhausto. No sé donde me encuentro, pero sí sé que no quiero salir de aquí, estoy muy cómoda y acurrucada a un cuerpo, aunque prefiero no saber a quien pertenece.

—Gatita, tienes que despertar. —esta vez no es solo un murmullo.

¿No les pasa que cuando más cómoda están vienen a molestarlos?

Pues, en este momento quiero matar a Edward por interrumpir mi descanso.

—Abby —su voz suena un poco más fuerte—, tenemos que bajar del avión.

¿Avión? ¿Qué avión?

—Abigail, si no te despiertas a las buenas, te despertaré a las malas. —esta vez su voz vino acompañada por un ligero empujón.

Cuando digo ligero hablo con sarcasmo. Ya que con su empujón casi caigo de donde sea que estoy.

—Déjame en paz. —mi voz denota la clara irritación.

—Te dejaré en paz, para que puedas dormir tranquilamente cuando bajemos del avión. —dice con voz cansada.

—Ya abrí los ojos, ¿contento? —digo bufando mientras parpadeo una y otra vez hasta adaptarme a la luz que hay.

Miro alrededor y noto el lugar, es verdad que estoy en un avión. Mi cabeza repasa en el regazo de Edward, tengo un lío de pensamientos que borro rápidamente, no funcionó bien después de un sueño y menos cuando me despiertan.

—No, hasta que levantes tu trasero y bajes de este avión. —dice con una sonrisa socarrona.

—No gracias, mi trasero está muy bien aquí. —le digo mientras levanto la cabeza de su regazo y lo miro fijamente.

—Ya levántate. —demanda.

—No. —digo firme.

—Bueno, si no es a las buenas, será a las malas. —y unos segundos después me encuentro sobre su hombro pataleando.

—¡Edward! —grito siguiendo mi pataleo.

—Gatita, por mucho que me guste que grites mi nombre te pido que lo hagas en privado porque estas llamando la atención. —dice y lo escucho reír.

—¡Dejaré de gritar cuando me bajes! —demando.

—Pues espero que tengas buena garganta.

—Idiota.

Todos fijan su atención en nosotros, algunos ríen y nos señalan, seguro que creen que somos una pareja de recién casados.

Por fin terminamos de bajar los escalones del avión —que no sé como lo hizo—, Edward mantiene su paso hasta que siento resbalarse y me sujeto de primero que tengo a mano, es decir, su espalda baja.

—Gatita, no te apresures en tocarme que pronto llegaremos al hotel. —dice con tono jocoso.

—Idiota.

—Eso ya me lo dijiste.

—Estúpido.

—Tienes que mejorar tus insultos, gatita.

—Estafilococo. —al terminar de pronunciar la frase una carcajada brota desde el fondo de su garganta.

En estos momentos agradezco internamente todas las peleas de los hermanos Stuart.

—¿Me acabas de decir bacteria? —pregunta entre risas.

—Noooooo. —alargo la "o", con un claro tono de sarcasmo.

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