Capítulo 10

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Abigail

—Hola gatita, o, mejor dicho, esposita. —la sonrisa en sus labios me da a conocer que se va a aprovechar de mi mentira.

—Hola. —murmuro por lo bajo.

—Edward —la voz del doctor nos hace fijar la vista en él—, hablamos con tu esposa y ya le explicamos tu estado de salud.

—Muchas gracias doctor, estoy seguro que mi amada esposa cuidará muy bien de mí —hace énfasis en la palabra esposa y su rostro de adorna con una sonrisa burlona—, ¿No es así gatita?

—Eh... Sí.

Eso, tu síguele la corriente. Excelente estrategia.

—Sra. Woods después de los ataques de ansiedad que ha sufrido su esposo es muy importante que cuide de él y esté a su lado.

—No se preocupe —habla él sin quitar su expresión del rostro—, mi amorcito no se separará de mi ni un segundo. Es una magnífica enfermera.

Ruedo los ojos en su dirección para que solo él los vea.

»—Además, aquí entre nos, no puede vivir sin mí, ¿No es verdad gatita? — guiñó el ojo.

Mantengo el silencio ignorando su pregunta.

»—Disculpen a mi esposa, es un poco tímida.

—Son muy tierno. —murmuran los vestidos de blanco entre risas.

Eso nada más es en público, cuando están solos se comportan peor que los perros y gatos.

—Bueno, vamos a dejar solos a los tortolitos, mientras yo reviso los análisis del Sr. Woods. —le guiñó el ojo a Edward.

Oh no, ni loca me quedo yo sola con este energúmeno.

—Vuelvo en un momento. —ambos se retiraron, dejándome a solas con Edward.

—Por fin solos gatita.

La vida estaba en mi contra, estoy segura de ello, cuando intenté huir hacia la puerta está estaba cerrada. Claramente lo había planeado por eso el doctor le guiñó.

—¿Por qué me encerraste?

—Tenemos que hablar, ¿No es así Sra. Woods? —la expresión en su rostro era claramente de burla, cada vez aumentaban más mis deseos de matarlo.

Mátalo a besos.

—¿De qué quieres hablar? —intenté parecer firme pero mi voz no ponía de su parte.

—Muy bien empecemos por saber: ¿Cómo termine cansado contigo?, Porque que yo recuerde nunca firme ningún papel que confirmara nuestra unión.

—Es que yo...

—Bien hagamos esto más sencillo —interrumpió mis balbuceos— ¿Qué haces en este hospital?

Iba a defenderme viendo fui interrumpida por si voz.

—No me digas que me estabas siguiendo. —eso desató mi enojó.

—¡No tengo razones para seguirte! —eleve el tono de mi voz—, y encontrarte en este hospital fue una mera coincidencia.

—Ah, sí —su cuerpo se lastimó un poco cuando acercó a mí rostro—, no te creo nada.

El enojo palpitaba en mis venas, hace unas horas me seguía en el parque disque queriendo ser mi amigo y ahora me trataba como una burla.

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