Capítulo 35

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Abigail

—¡Aisha, deja de moverte! —la regaña su hermano.

—Es que estoy incómoda. —se queja.

Los hermanos Stuart y yo nos dirigimos a casa de a Marbella, la cual nos invitó a su casa para almorzar. Así  que estamos en un ascensor abarrotada de personas, el cual tenemos que soportar hasta que llegue al último piso.

—Maldita se la hora en que inventaron el timbre —bufa Edward enojado haciéndome reír por su expresión—. No te rías que no te vas a librar hasta que me des mis besos.

—¿Ahora mis labios son tuyos? —pregunto burlona.

—Tus labios, tus ojos, tu cabello, todo tu... eres mía. —dijo con tono posesivo, pero no de esos tóxicos, sino de una pertenencia que le daba el deber de cuidarme y eso me gustaba.

—Eso sonó a cliché. —comento.

—Es verdad, pero por muy cliché que suene, seguirás siendo mía. —mordió su labio inferior haciendo que tuviera ganas de que el mundo se detuviera y así poder besarlo hasta la eternidad.

—Edward. —le llame.

—¿Qué? —pregunto confundido ante mi tono serio.

—Te voy a besar. —y antes de que le diera tiempo a pensar ya mis labios habían chocado con los suyos.

De fondo se escuchaba el insistente sonido del timbre, el cual ignoramos por completo por nuestra sesión de besos.

Mis pensamientos se nublaron por completo, y toda atención se quedó en el apasionado beso del cual era participe.

Las manos de Edward rodearon mi cintura acercándome más a él, una sonrisa curvó sus labios al escucharme soltar un pequeño gemido, que lo hizo incrementar el beso.

—Edward. —mi voz salió con un suspiro cuando sus labios dejaron los míos para comenzar a torturar mi cuello.

—Emm. —murmuro ante mi llamado.

—Tengo que abrir la puerta. —mi voz apenas se escuchó.

—Grrr. —un sonido igual al de un gato salió de sus labios.

—¿Acabas de ronronear? —digo riendo— ¿Ahora quién es el gatito?

—En todo caso sería un león, gatita. —dijo mirándome a los ojos.

—Eso me sonó a gatito arrullando. —le digo riendo.

El timbre vuelve a sonar.

—Es que no se cansan. —bufa el gatito, digo Edward.

—Voy a ver quien es, gatito. —le digo burlona bajándome de la encimera.

Mi camino se ve interrumpido por una palmada que me hace saltar.

—¿Me acabas de dar una nalgada? —le digo con una ceja alzada.

—Sí. —dice con una sonrisa de angelito.

—Me la voy a cobrar, gatito. —y con ello salgo corriendo hacia el salón para que no me atrape.

La casa sigue en silencio aún es temprano, así que los chicos siguen durmiendo. El timbre suena otra vez haciéndome rodar los ojos ¿Quién será a esta hora y con tanta insistencia?

—Al fin abrieron, sí que estaban dormidos. —la voz de Danna me hizo rodar los ojos.

Está frente a mi puerta con un mono rosa chillón que me da dolor de cabeza y con un maquillaje extravagante.

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