CAPITULO 3

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EL ALCALDE

¿Suicidio o asesinato?

Era la portada que dejaba ver el periódico, junto con una foto del difunto alcalde.

Hace una semana sus trabajadores habían venido por el auto y ahora el señor que dirigía la ciudad estaba muerto.

No se sabía la razón y estaban haciendo investigaciones por todos lados, pero yo solo me preguntaba si realmente los tipos que vinieron por el auto ese día tendrían algo que ver.

O sea, habían forzado la chapa para entrar al taller cuando seguro se escuchaban mis gritos de loca por estar cantando.

Pero sentí un golpe en la cabeza, y dejé de tener mis pensamientos en otros lugares.

—Ponte a trabajar, que te recuerdo que el trabajo se te puede duplicar aún más—me llamó la atención mi tío Omar.

Asentí y vi como otra vez la línea para el lavado de autos estaba llena.

Después de que la gente se enteró que yo me ponía hacer ese trabajo, empezaron a venir más personas.

Al menos ahora el abuelo me dejaba poner mis casetes en una grabadora que me compró el segundo día después de lavar autos.

Tomé la cubeta llena de jabón y me encaminé al primer auto, con el traje mojado e incómodo porque se me pegaba al cuerpo.

Me quedé helada cuando reconocí ese vehículo.

Era un corvette c3 de color rojo con negro, pero me preocupaba más el saber que la gente que trae el auto, me daban malas vibras.

Mierda.

Eran 2 chicos y recordé que hace una semana vinieron 3 personas por el auto del alcalde y 2 de ellos eran hombres.

Seguro solo era una casualidad, y probablemente eran otros 3 chicos con el mismo dolo y años del auto, que tenía el alcalde.

Me acerqué más a ellos y ahora si capté su atención.

Me miraron con un gesto serio y yo traté de mantener el mentón en alto, pero tenían un gesto demasiado intimidante, y altanero.

—Te apuras, que no tenemos todo el día—una mujer de unos 30 años me ordenó.

Toda su vestimenta era de cuero negro y tenía el cabello recogido en una coleta muy alta.

—Sí, está bien—con todo el valor me dirigí a ellos—¿Desean otro servicio?

—No—alguien me habló por la espalda y reconocí la voz.

No era muy buena recordando nombres, pero si identificando voces.

Y definitivamente, era una de las personas de esa noche.

Me volteé y era mujer.

Era de genes afroamericanos y tenía un porte aun peor que los otros 2 que estaban detrás mío.

Estaba acorralada.

—Perfecto—les sonreí tratando de minimizar la mala vibra.

Fui de regreso por mi grabadora y vi que el abuelo la estaba utilizando.

La música era mi maldito escape y me hacía sentir segura.

Bien, ahora estaría de la mierda.

Regresé al auto. Metí la esponja en la cubeta y empecé a limpiar.

Era incomodo el silencio y el que solo observaran mis movimientos y se mantuvieran serios me daba escalofríos, pero los ignoré y pareció que ellos se dieron cuenta, porque empezaron a hablar entre ellos.

LOS 7 PECADOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora