CAPITULO 13

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TRABAJO

Era raro estar en casa ahora, era raro no tener miedo, aunque si lo seguía teniendo, pero ahora había disminuido. Me resultó difícil creer que mi hermano había muerto que ya no lo vería más, pero sentí también como si me quitaran un peso de encima. Una pequeña luz de mi libertad.

Nate había sido muy protector, pero pensaba que era porque yo era su hermanita, hasta que bueno, el entró en pubertad y entendí porque era así.

Ya habían pasado 3 días del funeral de Nate y mamá se la pasaba encerrada en su habitación llorándole, papá trabajaba todos los días y yo me quedaba prácticamente sola en casa. Tenía una cosita que me picaba la mente cada que me sentía bien por Nate, era mi hermano, pero me dañó y lastimó de una forma que no debía.

Estaba lavando los trastes mientras en mi grabadora sonaba la canción I love rock and roll.

Cantaba la letra mientras el agua corría y limpiaba los vasos y platos. Estaba tan metida en eso que no escuché cuando la puerta de la cocina se abrió dándole paso a mi madre.

—Lamento que tengas que hacer eso, amor—sollozó.

—Está bien, no me molesta ayudar en la casa—le dije sobre mi hombro y proseguí.

—No—se puso de mi lado derecho—. Lamento que no te hemos dado tiempo para asimilar la perdida de tu hermano, te la pasas estudiando, trabajando y ahora ayudándome en casa.

—No me molesta ayudarte en las labores y lo sabes—fingí una sonrisa para que se sintiera bien.

—Se cuánto querías a tu hermano—me pasó los brazos por los hombros—. Debe ser muy difícil tu dolor, porque a pesar de todo, él era tu sangre.

—Vivo con el—evité el tema—. Pero tu deberías ir a descansar, te ves agotada.

—Me la paso todo el día acostada.

—Está bien, es tu forma de asimilar una perdida.

Ella solo asintió y luego se fue. Yo me apuré a lavar los trastes faltantes y cuando terminé, tomé mi bolso del sofá y me fui al taller a trabajar. Era fin de semana, por lo que mis nuevos jefes, habían dicho que, hasta los sábados y domingos, asistiríamos al trabajo.

Salí de casa con mi bolso e iba aventando una piedrita mientras caminaba por las calles luminosas y llenas de rascacielos de Nueva York. Abrí mi bolso y saqué mi walkman con el casete que estaba escuchando, saqué los audífonos y también me los puse mientras sonaba la sinfonía.

—I saw him dancin' there by the record machine. I knew he must a been about seventeen. The beat was goin' strong—empecé a cantar la canción sin que me importara si alguien me escuchaba.

Me gustaba hacer esto, salir a caminar con mi música mientras podía ver las maravillas que me ofrecía el Central Park.

Una mujer estaba tirada debajo en un árbol, tratando de limpiar una manzana sucia, luego le dio una mordida y escupió el bocado, hizo una mueca y la aventó. Cuando me miró le sonreí y me acerqué a ella aún con la canción puesta y cantándola.

Busqué en mi bolso y encontré unas galletas que pensaba desayunar junto con una lechita de caja, así que la saqué y cuando estuve frente a la mujer se los di.

—Que tengas un buen día—me despedí con una sonrisa y ella solo me miró raro.

Mientras, en mi mente trataba de asilar todo, pero me era imposible tomando en cuenta que hace unos días que dejé que un tipo que a cada nada me decía que me quería matar, me hiciera sexo oral, en un funeral.

LOS 7 PECADOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora