CAPITULO 23

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MÁS ES PEOR

LUGUR

Ya habían pasado 3 días desde que no veía a Donna y faltaba 1 día para halloween. No sabía si eso era lo que me tenía mal o bien. Ayer en la noche había ido al mismo bar clandestino, para estar con un hombre, cuando me pasó todo, no me corrí y apenas logré una erección.

Llegué enojado al edificio y no había hablado con mis hermanos, más que con Pierce, el cual me tenía de un peor humor, siempre se la pasaba o cabizbajo y neutro. Desde que Donna podría ser mi posible alma, se volvió una persona tan deprimente de nuevo. Sus recuerdos lo atormentan, pero ese no era mi problema.

De mala gana, jugué con la mirada, torturándolos mentalmente mientras veía los cuerpos del viejo, el primo, y el Bunsen menor. Tuve que hacer un conjuro más concreto para revivir los cuerpos de ellos junto con sus almas. Ahora que ella me dejó, temporalmente, los iba a joder sin nada que me detuviera.

—Ella tenía 16 cuando dejaron de tocármela, cuando me la dejaron en paz, pero seguía atormentándose. Malditos enfermos, se merecían algo peor que sus muertes—me recargué en la pared, viendo cómo sus cuerpos estaban colgados por cadenas.

—Y no sabes cuánto lo disfruté, ella tan bonita y la única mujer de la familia...

Tomé una navaja algo pequeña y sin pensarlo 2 veces se la arrojé al anciano, dándole en el ojo.

—No me gusta que la gente me interrumpa—sentencié con fuerza—. Es algo grosero e irrespetuoso.

—¡Está loco! —sus gritos empezaron hacer a reemplazados por llanto.

—Bla, bla, bla. Que aburrido, al menos el hermano admitía sus cochinadas, ustedes ni eso. Me provocan asco.

—Celoso de que nosotros si pudimos con ella—sonrió Bunsen junior.

Yo le devolví la sonrisa y tomé una engrapadora que había en la mesa. Revisé que tuviera grapas y una vez que lo comprobé, caminé a él.

—Lo bueno del conjuro que hice—me puse delante de él—es que tienen sus cuerpos, por lo que sienten cada cosa que hagan—bajé mis manos y las llevé a su pantalón.

Tomé el cierre y lo bajé de golpe, metí mi mano y saqué lo que quería. Él palideció cuando vio lo que iba hacer.

—Bueno, no sería una gran pérdida que digamos—recargué la engrapadora y seguía agarrando "eso" con una mano.

Él cobarde tuvo que alzar la vista para rogarme que no lo hiciera, pues él que midiera 1.70 lo hacía una burla al lado de mí, un demonio que medía 1.95.

—Ni se te ocurra rogarme, cuándo ella se los pidió y no lo hacían.

—¡Ella era una...

Lo callé engrapando su extremidad, una vez, luego otra, luego otra y luego otra. El anciano y el primo me pedían que me detuviera, pero estaban más mal que yo, si pensaban que lo haría.

—¡Donna Ritchers es alguien que no tocan y no miran! —su falo sangraba por las grapas, y me importaba una mierda, me encargaría de que mereciera eso y más.

Lloró por la sangre que escurría en lo qué engrapé, así que volví a la mesa con cosas de tortura y agarró un machete, sencillo.

Lo pasé de una mano a otra, miré con una sonrisa al primo, que no se dejaba de remover.

—¡Con eso no!

No pude evitar soltar unas pequeñas risas. Bajé el pantalón, sus calzoncillos y tomé lo que necesitaba.

LOS 7 PECADOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora