CAPITULO 30

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TRAICIÓN

LUGUR

Estaba satisfecho y con un peso menos, después de la conversación que tuve con Donna. Debía decirle ciertas cosas que ni mis hermanos sabían, cosas que solo serían de ella y yo.

Me era necesario decirle las cosas que solo ella debía saber, y ahora que estaba enterada, era bueno que tuviera razonamiento de las cosas, y estaría lista y la prepararía para lo que podría pasar.

—Te quiero— me plantó un beso en los labios—. Te quiero mucho.

Cerré la puerta del baño.

—No quiero que me digas eso— recargué su cuerpo en el lavabo.

—¿Entonces? — me acarició la barbilla.

Levanté las cejas y entendió lo que necesitaba oír de sus labios.

—Te amo—me llenó la cara de mimos—. Te amo mucho.

—Qué diferencia.

—Después de todo lo que me dijiste— me tocó la cara— y todo lo que ahora sé, es obvio que un simple te quiero no va a bastar.

Esa, era la mierda que yo esperaba que saliera de la boca de Donna, pero claro, estamos hablando de una mujer mimada, imprudente, chillona y que nunca se quedaba callada. En cambio, de esas palabras, justo ahora tenía a Donna apuntándome con su tacón, aun desnuda.

—¡Ya baja eso! —le ordené cuando vi que me lo lanzaría.

—¡Eres un idiota! —me lanzó el calzado, dándome en la cabeza.

Bien, una loca me tenía definitivamente...

Tuve que callar mis pensamientos al saber lo que diría.

—No te quiero ver—me advirtió señalándome con el otro tacón.

—Donna—la llamé sobándome la cabeza.

—Todo lo que me dijiste—miró el piso—, no es fácil... de asimilar, porque ahora sé que me pudiste haber ayudado con... mi familia.

Le había dicho cosas que solo ella y yo debíamos saber, nadie más. Ahora que sabía eso, debía quedarse callada y entender porque en esto, ella daría y yo recibiría, pero no se daba cuenta que yo le daba las cosas a mi manera.

Le estaba dando vida libre con su familia, ella estaba empezando a darse cuenta y admitiendo sus problemas psicológicos, y aunque la mayoría fueron gracias a mí, por ser un hijo de perra con ella, Donna hizo el trabajo de admitirlo, que era lo difícil.

—Debía decirte esto...

—Debiste ahorrártelo, siempre he sido una persona que da cosas sin esperar nada y créeme que no me molestaba darte a ti algo y no obtener nada, bueno me darías sexo, pero ese no es el punto.

Se acercó a mí, con pasos pequeños.

—Ahora que se todo eso que me dijiste, sé que no me darás nada a cambio, aunque sientas... lo que sea por mí.

—Pero si lo he hecho, no te he dado casi nada a cambio con mis palabras, pero si con algunas actitudes. Una persona te puede decir te amo y ni siquiera sentir que viene de él, y te darás cuenta en el momento de sus actitudes, pero yo te lo he demostrado con ellas.

—¿Con cuáles?

Matando a los que te dañaron mi Klee.

—Muchas—ya luego le diría. Esta vez yo me acerqué a ella.

LOS 7 PECADOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora