CAPITULO 17

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LA HUÉSPED

Era bastante incómodo despertar en una casa en donde no tenía ni la más mínima idea de que hacer.

Y menos cuando solo había dormido unas horas, después de lo de las sandias (cabeza de mi abuelo y hermano) no dejaba de pensar cómo tenía conexión con los "Abigor", así los llamaba mi familia.

Luego mi cabeza seguía diciéndome eso de los ángeles y demonios, cosa que me estaba empezando a fastidiar y molestar, es que era imposible e ilógico.

Me mordí el labio mientras bajaba de la cama y me ponía mis zapatos para ir abajo.

El pijama que me había prestado Barbie era demasiado transparente, el camisón era gris y me llegaba a la mitad de los muslos.

Necesitaba mi ropa ya.

Se me transparentaba todo, mis pezones erguidos se veían tras la tela y la cintura se me marcaba, sin olvidar que me veía demasiado delgada, bastante diría yo.

Me dirigí al armario y estaba vacío, por lo que debía bajar así. Me metí al baño y había pasta dental, así que tuve que usar mi dedo y puse un poco para pasarla por mis dientes y que no me oliera la boca, como la ropa de Mariano.

Salí del cuarto, tratando de que nadie me viera, cosa que no lo logré cuando escuché un chillido.

—Lo siento—se disculpó Avarí—. Yo...

Me miró de arriba abajo, pasó saliva y vi como infló sus mejillas soltando el aire, evitaba ver mi cuerpo con tan poca y diminuta ropa.

—No, está bien, tu hermana me dio esto.

—Ven, te prestaré un pantalón, parece que lo necesitas—me hizo una señal con su cabeza y yo lo seguí.

Me abracé mi cuerpo, evitando que se viera aún más y entramos a su habitación. Era enorme y estaba adornada con algunas reliquias antiguas.

Admiré un anillo que estaba en un escritorio.

—¿Es tuyo? –él se había ido a su armario.

—¿Qué?

—Aquí hay un anillo—tenía como un líquido negro—. Es muy bonito.

El salió de su armario con un pantalón en sus manos.

—Oh, eso no es mío. Es de la familia, pero a mí me toca cuidarlo este año.

—Se ve que pesa mucho—lo intenté tomar, pero me lo arrebató.

Fue rápido y parecía un poco preocupado.

—No quiero problemas con ellos—sonrió a medias.

—Está bien—tomé el pantalón—. Lo entiendo y gracias por esto.

—No hay de que, la ropa de Barbie es muy atrevida y creo que tú no eres de esos gustos.

—No—me agaché y empecé a ponérmelo sin que se levantara mucho el camisón—. Soy más de lo causal y normal, cosas que están de moda, como las pulseras.

—¿Te gustan las pulseras?

Asentí varias veces.

—Me encantan, y más cuando son de colores o muy llamativas.

—Bueno, lo tendré apuntado para mi próximo regalo.

Fruncí el ceño.

—¿Próximo regalo? —me abroché el pantalón cuando me lo subí.

—El que mandé con Lugur, hace unos días—se escuchó tan seguro, pero yo no recordaba nada.

¿El casete era de él?

LOS 7 PECADOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora