CAPITULO 29

14.8K 936 1.1K
                                    

PROBLEMAS

Me recosté en la cama y traté de dormir, pero era imposible, más con lo que me dijo Lugur.

Sabía que no debí decirle nada de lo que sentía, pero no podía seguir guardándolo y quizá tenía razón él, al decir que lo que siento es por atención, pero... no sé, eso no quita lo que sienta por él.

No sabía porque empezamos a pelear aquí en la habitación, primero fueron por los celos y en menos de nada, yo estaba chupando su entrepierna.

Me tapé la cara al recordar cómo había llegado al clímax, solo frotándome en su duro abdomen, que vergüenza.

Él había salido a no sabía dónde, después de que mencionara unas alas negras. Se puso en el balcón de la habitación y se fue. Pero yo no me quedaría aquí más tiempo, ya había pasado una hora.

Me iba a quitar la sábana, cuándo escuche el ruido de jadeos y Lugur venía para acá, con sus bellas alas negras en todo el esplendor.

Entró por el balcón, tropezando y cayendo en cuanto llegó, se veía cansado.

—¿Estas bien? — aparté la sábana, y me puse de pie.

Me agaché y tomé el disfraz de diablita, luego solo pasé por mi cuerpo.

Guardó sus alas e hizo una mueca. Se tiró en el piso frío y jadeaba mucho.

—¿Te traigo agua? ¿Te ayudó en algo? ¿Llamo a tus hermanos?

—Solo ayúdame a levantarme.

Me extendió la mano y yo la tomé, obviamente al ser más pesado y grande no lo pude levantar.

—Pesas mucho.

Apoyó sus codos en el suelo y me jaló con fuerza, haciendo que apropósito cayera sobre él.

—¡Oye!

—Quédate así, un minuto.

Me giré para verlo y en realidad se veía cansado, ¿Qué no era un demonio?

—¿Qué tienes? —le toqué la cara.

También volteó su cabeza para verme y sonrió con malicia.

—Que bien se te ve tu disfraz aún.

—Estoy hablando en serio.

—Yo igual—empezó a meter una mano debajo, pero lo aparté.

—¿No puedes estar en paz en minuto?

—No—me iba tomar de la cara, pero hizo una mueca cuando doblo su espalda—Mierda.

No estaba bien, así que le ayudé a ponerse parado, solito camino a la cama y se tiró en ella.

¿Quién carajo tenía una habitación en una disco?

—Estas muy mal, bajaré y te voy a traer agua.

—No quiero.

—Pues ahora te callas, y me dejas que te traiga agua.

—La única manera en la que me voy a callar, es teniendo tu coño en mi boca y no está ahí. Ponlo en mi boca— dejó caer su cabeza en la almohada.

—No—salí de la habitación.

Recordé como subimos e hice el recorrido, hasta que llegué a donde estaba la gran pista, el área reservada y la barra de bebidas.

Bajé y me metí del lado que las servían, di la espalda y empecé a buscar una botella de agua.

—Es bueno conocerte, Donna Ritchers.

LOS 7 PECADOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora