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Ig: @vero.nez.x

«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,
por tu poder fatal
dime si alguna vez a Leonora
volveré a ver en la eternal aurora
donde feliz con los querubes mora»;
dijo el cuervo: «¡Jamás!»

-Edgar Allan Poe, El Cuervo.

Salir con los Genovese era algo que no parecía creíble, por el contrario; pero si era a un funeral la cosa cambiaba. Más si era el de dos de las chicas del instituto, encontradas calcinadas en una cabaña a las afueras del pueblo.

-Dios bendiga a cada uno de nosotros, pueden ir en paz...

Todos nos levantamos de nuestros asientos y nos dirigimos a la salida. Apenas cruzo la gran puerta de la iglesia suelto mi cabello y lo agito un poco intentando liberar la presión en mi cabeza. Los tacones no me resultan incómodos aún cuando llevo toda la mañana de pie, sin embargo, lo que verdaderamente me resulta incómodo es ver a las madres harpías del instituto acercarse hacia nosotros con sus hijas.

-Ireth Montés- Habla Ítala. En su voz se oye el desagrado y el desprecio.

-Ítala, ya creía que todos moriríamos sin volver a ver tu rostro- La tensión se transpiraba entre las madres-. Es raro verte por aquí, si yo fuera tú no abandonaría a mis hijos y a mis esposos.

-Si tú fueras yo, serías millonaria, atractiva y no tendrías que ir por allí molestando a otras mujeres por tus inseguridades tan infantiles como las de tus hijas.

La risa de los chicos se me contagió inevitablemente y terminaron cubriéndola con un carraspeo, todos menos yo. Eso llamó la atención de la tal Ireth, quien me observó y dio un paso hacia mi.

-¿Esta es otra mujer de tu marido? ¿Ahora le gustan jóvenes?- Me repasó con sus ojos de forma despectiva.

-No, pero podría gustarle a tu marido.

-Se nota que eres una cualquiera como ellas- Su voz contenía rabia. Sonreí, amaba molestar a este tipo de personas. En este momento prefería mil veces a Ítala, Olexa y hasta Elena.

Mi mirada recorrió a las otras madres y a sus hijas, observaban a los chicos con deseo. Algunas no se veían como las típicas chicas huecas, pero si actuaban como tal, por lo que era difícil saberlo. Sin embargo, algo llamó mi atención, estas chicas eran las únicas en todo el lugar que no parecían marionetas vacías. Una mano tomó la mía sacándome de mi ensoñación, giré mi rostro, Gaius me hizo una seña con la cabeza para acompañarlo junto a los chicos.

Caminé junto a ellos hasta uno de los coches que nos trajeron pero la fría brisa que causó escalofríos en mi me recordó que olvidaba algo.

-Ya regreso, dejé mi abrigo en el armario de la iglesia- Antes de que pudieran responder emprendí mi camino hacia el lugar.

Ya adentro, tomé mi abrigo, ya casi terminaba de colocármelo cuando escuché como caían cosas al suelo. Giré mi rostro en busca de la causa del ruido y di con una puerta semiabierta por la cual salía un poco de luz. Me acerqué y antes de poder llegar una mano tomó la mía, tirando de ella y aprisionando mi pecho contra la pared.

-¡¿Qué mierda...- Su mano tapó mi boca.

-Shh... Nos van a escuchar, mira- Retiró su mano y con ella señaló hacia la puerta a la que me dirigía hace segundos, desde la ranura se podía observar al joven Padre Horacio follando con una de sus monjas sobre el escritorio de la oficina.

Giré a ver quién era la persona que estaba sobre mi y me llevé una gran sorpresa.

-Agente...- El mismo policía atractivo que me interrogó- Esto no es muy honorable de su parte. ¿Qué hace aquí?

Los secretos de Anelís. +18✔️ || Bilogía Secretos I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora